El timo de la piedra lunar
Hay fraudes difíciles de detectar, pero no es el caso de la piedra lunar del Rijksmuseum de Ámsterdam, que ha resultado ser un trozo de madera inobjetable, aunque petrificado. El museo se lo ha tomado con deportividad, pero los teóricos de lo paranormal se estarán frotando las manos. ¿No habían dicho ya ellos que el viaje del Apolo 11 era falso? Pues ahí lo tienen ahora, que hasta las piedras lunares son de madera.
El caso del Rijks es un misterio genuino, aunque de otro género. La piedra fue un regalo de Richard Nixon al primer ministro holandés en 1969, Willem Drees, un aliado modélico de Washington. Se la entregó el embajador norteamericano en Holanda durante la primera gira mundial de los tres astronautas del Apolo 11, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, que acababan de regresar de la Luna. Drees guardó la piedra en su colección personal y, cuando su familia la cedió al Rijks, nadie puso en duda su autenticidad. Hasta ahora.
Entonces, ¿quién dio el cambiazo? ¿Drees? ¿Nixon? ¿Armstrong? Las dos últimas posibilidades plantearían un problema, porque Armstrong trajo 21 kilos de piedras lunares en aquel viaje, y Nixon las repartió entre los aliados.
En mayo de 2004, otra piedra lunar fue robada del Museo de Historia Natural de Mdina, en Malta. La piedra provenía del Valle de Taurus-Littrow, en el margen oriental del mar de la Serenidad, y no la trajo Armstrong en la primera misión a la Luna, de 1969, sino el Apolo 17 en la última, de 1972. Pero Nixon seguía en el cargo, y la donó al Gobierno maltés. Con el tamaño de una alubia, era sólo una mínima parte del cargamento de 110 kilos de rocas lunares que trajo a la Tierra el Apolo 17.
Nixon le regaló otra de las piedras al presidente hondureño en 1973. Fue robada del palacio presidencial en 1994, pero en aquel caso el agente especial Joseph Gutheinz, de la NASA, pudo aclarar el misterio. Puso un anuncio en los periódicos -"Se compran piedras lunares"-, y a los pocos días, un vendedor de Miami llamado Alan Rosen le llamó para ofrecerle la piedra por cinco millones de dólares. Rosen se la había comprado a un general hondureño por 50.000. Pésimo negociante, el general.
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