El secreto de las pasiones
Ensayo y narrativa. "Las pasiones son las formas que tiene el deseo de manifestarse en cada momento (...) el deseo es una "sustancia" de doble dirección y de doble proyección, al servicio de la vida en su forma más pura y primordial, y también al servicio de la muerte si la vida se convierte en invisible". Estas líneas muy bien resumen el recorrido de Jesús Ferrero en su personal exploración de Las experiencias del deseo (XXXVII Premio Anagrama de Ensayo). Partiendo del mito fundacional según el cual el Deseo engendró dos hijos, Eros (Amor) y Misos (Odio), Ferrero centra el origen de todas las pasiones en cuatro movimientos fundamentales, dos de atracción y dos de repulsión, que constituyen la esencia de todo ser, pues estallan en el instante mismo de nacer y son una especie de big bang existencial. Sin maniqueísmo ni doctrina y despojando los conceptos de las capas ideológicas que les ha ido añadiendo la cultura; es decir, tomándolos sin prejuicios ni adherencias espúreas, positivas o negativas, el autor explora esas dos emanaciones del Deseo que surgen a la vez y que a menudo se entrelazan ya que raramente se dan en estado puro: el amor y el odio, a uno mismo y al otro. Y lo hace atendiendo tanto a su origen y evolución a lo largo de la historia como a sus distintas expresiones y derivaciones alcanzadas hasta la actualidad, ilustrándolo con múltiples ejemplos tomados de las religiones, la filosofía y la literatura o de la propia experiencia.
Las experiencias del deseo Eros y misos
Jesús Ferrero
Anagrama. Barcelona, 2009
220 páginas. 17 euros
El beso de la sirena negra
Jesús Ferrero
Siruela. Madrid, 2009
161 páginas. 15,90 euros
Del apego a uno mismo brotan el narcisismo; el egoísmo y la egolatría; la idiotez, la autocomplacencia y la vanidad, así como el orgullo, la soberbia y la arrogancia, también expresiones del amor al yo aunque resulten violentas o los demás las vivan como una agresión. Del amor al otro surgen la gula (celebrada por todas las religiones en su origen), la codicia y la avaricia, la admiración y la idolatría, el sexo, el fetichismo o el amor a los objetos, la ambición (más abstracta que la avaricia y hermanada con la pasión por el poder), el amor al saber (que Ferrero dista de concebir como un viaje doloroso y en buena medida inútil, sino como un emocionante camino lleno de sorpresas) y el amor a la especie.
A las experiencias del odio a uno mismo pertenecen la temeridad; la anorexia y el anacoretismo; el aburrimiento, el hastío y el tedio; la narcosis y demás adicciones; la vergüenza y la culpa; la ansiedad, la angustia y la desesperación; la depresión, o ese deseo sin sentido que aglutina en sí mismo el resto de las pasiones derivadas de la aversión al yo; y la melancolía, o esa profunda insensibilidad en que se cae cuando se está falto de toda apetencia. Las experiencias del odio al otro son todas ellas distintas formas de la misantropía: la envidia, el miedo y el terror, los celos, el resentimiento y el rencor, la venganza, el sadismo, la pasión por el poder, el asesinato (tan a menudo acarreando después el suicidio) y la guerra, con su doble faz, pues si en ella "hallan cabida, se expanden y multiplican todas las pasiones derivadas del odio al otro", también la guerra puede convertirse en "el espacio más idóneo para sucumbir a las pasiones del bien y a los sentimientos positivos".
Además de ofrecernos una vasta exploración existencial expuesta con admirable claridad y capacidad de síntesis, la lectura de Las experiencias del deseo nos incita a entablar un íntimo coloquio con nosotros mismos, del que salimos llenos de apetito y por eso reforzados. Y también convencidos, como Jesús Ferrero, de que "la vida no es vivible sin emociones, y sólo atravesando las pasiones y no evadiéndolas se puede llegar a la más intensa emoción: el pensamiento, quizás el más radiante hijo del deseo".
Buena muestra de cómo algunas de estas pasiones -el sexo sadomasoquista, el rencor, el narcisismo, la venganza, el miedo, el tedio, el asesinato- anidan en los seres humanos y rigen sus actos la hallamos en El beso de la sirena negra, primera novela policiaca de Jesús Ferrero, protagonizada por la joven detective Ágata Blanc, a quien su curiosidad por conocer la zona oculta de las conciencias, el otro lado de los espejos, "el denso tejido de tinieblas que fluye por debajo de la conducta humana", la lleva a elegir una profesión en cuyo ejercicio aplica por igual el rigor cartesiano, el delirio razonado y la intuición. Mediante una intriga bien planteada y dosificada -la búsqueda de una joven médico súbitamente desaparecida-, Jesús Ferrero nos lleva hasta las zonas más turbias del alma humana, allí donde el mal copula con las pasiones y la oscuridad palpita en el corazón del dinero. Allí donde anida la capacidad de los ricos y los poderosos para sobrevolar las infamias propias hasta convertirlas en abstracciones muy llevaderas.
Una novela tan envolvente como turbadora y hermosa.
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