Sadismo narrativo
En 1973, el infravalorado Nicolas Roeg creó una obra maestra del horror psicológico titulada Amenaza en la sombra, ambientada en las laberínticas calles de Venecia, en la que un matrimonio a la deriva debía penar el recuerdo de la reciente muerte de su hija pequeña, reaparecida en forma de fantasmal presencia. Aunque no se cite como referencia, Génova, la nueva obra del prolífico Michael Winterbotttom, tiene tantas concomitancias con la película de Roeg que parece imposible no tratarla como, al menos, inspiración directa. Así, en un prólogo semejante, la que aquí fallece es la madre, para más tarde producirse la mudanza a la ciudad del título, aprovechar sus tortuosas calles como elemento de tensión, y mostrar el fantasma de la fallecida, a la que esta vez persigue una de sus hijas, masacrada por la culpa (y por los artífices de la película).
GÉNOVA
Dirección: Michael Winterbottom.
Intérpretes: Colin Firth, Catherine Keener, Perla Haney-Jardine, Willa Holland, Hope Davis.
Género: drama. Reino Unido, 2008.
Duración: 94 minutos.
Una vez más, las obras de Winterbottom muestran el atractivo de su poderío técnico, pero como alguna otra vez, el espíritu, la letra y su desarrollo están por debajo de su dirección. Winterbottom sigue sin encontrar un guionista a la altura de su talento, y aunque en Génova acude a Laurence Coriat, la escritora de Wonderland, quizá su mejor trabajo, y él mismo se estrena como coguionista, la historia acaba sin que se sepan bien sus intenciones dramáticas.
Redundante en muchos aspectos (¿por qué se pierde dos veces la hija pequeña?), lineal en el desarrollo psicológico y moral del protagonista, el padre, que acaba la película igual que la empieza, y profundamente sádica con el personaje más desamparado (la cría), Génova es una experiencia desasosegante: por su capacidad para poner de los nervios casi en cada secuencia, y por perderse en una maraña narrativa tan retorcida como las calles de la ciudad.

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