Comedia de menú

Cuando, pongamos por caso, un talento de la nueva cocina toma la radical decisión de incrustar innobles Peta-Zetas sobre la noble superficie de un foie, se supone que su meta no es la disonancia gustativa, sino la conquista de una inédita armonía para el paladar.

Si la crítica de cine fuese un arte tan sutil como el culinario, quizás un profesional del gremio podría aspirar a la armonía mediante la alquimia de ingredientes dispares: no es el caso. O, por lo menos, este crítico no se ve capaz de lograrla al frente de esta comedia culinaria con ménage à trois que se mira en su idea platónica (Jules et Jim) para acabar facturando esa posibilista cocina de menú que es el humor costumbrista español intoxicado de televisión.

No hay, pues, gastronomía de fusión posible entre lo que la película es -una competente comedia de vocación comercial, narración más o menos fluida, con la chispa en los diálogos marca de la casa y un puesto de honor para la magnética Olivia Molina- y cómo el crítico la siente, la digiere o, más bien, la sufre: como extenuante reiteración de fórmulas, irritante celebración de arquetipos y paradigmático exponente de ese numantino empeño del cine español de atrincherarse en su merendero insular.

Tráiler de Dieta Mediterránea