El director del Reina Sofía anuncia cambios en la sala del 'Guernica'
Borja-Villel presenta las líneas que definirán su recién comenzada gestión
El Reina Sofía ha entrado de pleno en la era Manuel Borja-Villel. Hace sólo cuatro meses que llegó de dirigir el Macba para ponerse al frente del museo madrileño pero, a juzgar por los grandes planes que desplegó ayer ante la prensa, parece que lleva toda la vida trazando las líneas maestras de su gestión. Una de ellas apunta directamente a la joya del museo, el Guernica. Borja-Villel piensa modificar la sala que alberga el alegato pictórico de Picasso contra la guerra. No lo cambiará de lugar (la sola idea pone los pelos de los expertos de punta), pero sí ampliará la perspectiva de quien lo contemple.
Habrá novedades en el sistema de venta de entradas y en los horarios de apertura
Para todo esto, el director del Reina Sofía tendrá a partir de ahora su mano derecha en la nueva subdirectora del museo, la estadounidense Lynne Cooke, que llega avalada por su labor al frente de la Dia Art Foundation, de Nueva York, y tras ejercer de comisaria de numerosas exposiciones.
La pretensión de ambos es abrir el museo al público. Para tanto nuevo visitante se ha ideado un plan para ampliarlo más de 4.500 metros cuadrados. Sin dejar exhausto el presupuesto ordinario de la institución para este año (58 millones de euros, de los que ocho se destinarán a esta labor) y sin que el centro se cierre un solo día. Las dudas de que tamaña tarea pueda llevarse a cabo las despachó Borja-Villel con su proverbial energía y optimismo y un "al menos, eso me han dicho".
Hay, con todo, cosas que no cambiarán. La gran estrella seguirá siendo el Guernica. Y para que pueda contemplarse en las mejores condiciones, Borja-Villel anunció ayer que se moverán los muros de su entorno. Sin llegar a manipular la obra. "De momento, no me atrevo a tocarlo", bromeó. "Es una obra que tiene que verse como un fotograma, de frente. Lo que vamos a hacer se acaba en tres días. Al menos, eso me han dicho". La reconstrucción de la Exposición Universal para la que fue creado el Guernica y una selección de Renau completarán el espacio más visitado del museo.
Bajo su dirección, quedó claro ayer, la inmutabilidad será una rareza. También, y pese a la paradoja fácil, en lo que concierne a la colección permanente. "Cada tres años, emprenderemos un replanteamiento del espacio, las tres plantas del edificio de Sabatini", aclaró. "Se debe repensar periódicamente y hacerlo a tres ritmos: lo más rápido corresponderá a lo más actual; el ritmo medio, a los 60 y 70, y lo lento, a las vanguardias históricas".
Del nuevo programa de exposiciones, Borja-Villel no adelantó demasiado. Se combinarán las muestras "de tesis" con "las históricas". Y habló de Nancy Spero, Zoe Leonard y Deimantas Narkevicius. Si la temporada 2009 será un año de transición (con exposiciones de Julio González o Juan Muñoz), 2010 verá el advenimiento de su "plan personal". Esto es, las muestras serán más numerosas (de 19 pasarán a 28) y se tratará con especial mimo los contenidos de tesis y el arte emergente de Espacio Uno, sala sometida también a replanteamiento. "Dedicar un espacio a los jóvenes es lo más antiguo que hay, pero puede hacerse de una manera diferente a la actual".
La fórmula del museo queda a medio camino entre un centro de élite y un museo popular. Parte de las reformas se dirigirán a facilitar las visitas y a un recorrido más accesible. Habrá tres entradas diferentes y cambios en la venta de billetes y horarios. "Los actuales están pensados para turistas y gente que no trabaja". La idea es aproximarse al ciudadano. La primera prueba de esta apertura era patente ayer en el público que paseaba por el jardín central presidido por una obra de Calder. Un coto, hasta hace poco, vedado a los visitantes.

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