Manipula y humilla

"No voy a permitir la humillación a los valencianos". "No", se reafirmó Francisco Camps. Nadie humilla a los valencianos, un pueblo que no se doblega ante nada ni ante nadie, y menos ante José Luis Rodríguez Zapatero, vino a reiterar el presidente valenciano en un tono aparentemente airado e indignado. Nada dijo Camps de que los barceloneses no tendrán agua para beber en unos meses si no se encuentra una solución rápida a su imprevisión. Nada dijo de que el aporte del agua del Ebro (50 hectómetros en total) desde Tarragona a Barcelona será transitorio y se realizará por una tubería de un metro de diámetro, a lo largo de 62 kilómetros de autopista, sin destruir a su paso el entorno natural; ni que la compra de los derechos a los regantes de Tarragona es una práctica idéntica a la que ha permitido llevar agua a Benidorm o Valencia desde el Júcar en momentos de extrema emergencia. No. Sólo le interesaba volver a la carga en su particular batalla del agua y de paso, sacar la cabeza a flote de las turbulentas aguas por las que navega su partido, el PP. Y ya se sabe que en las guerras todo vale, siendo la manipulación una de las armas de destrucción masiva.
Apenas le faltó tiempo a Camps para comparar la medida del Gobierno con el derogado trasvase del Ebro del Plan Hidrológico Nacional, que contemplaba abrir una canalización permanente de 21 metros de ancho y 914 kilómetros de largo a través del territorio catalán, valenciano, murciano y andaluz. Una cicatriz sin cauterizar por la que discurrían 1.050 hectómetros de agua todos los años. A Barcelona sí, y a nosotros no, repite Camps, a pesar de que los valencianos no hemos sufrido restricciones en medio de una brutal sequía. ¿Por qué si tanta agua nos hace falta, la Generalitat no realiza campañas serias de concienciación ciudadana (los valencianos consumimos 170 litros por persona, mientras que los barceloneses, 110) o se plantea subir el precio de un bien tan escaso (0,6 euros el metro cúbico de agua en Valencia, y 1,2, en Barcelona)?
Claro que el problema del agua es muy complejo. Las contradicciones se suceden. No hay una solución ideal que contente a todos. Las diferencias se producen en el seno de la misma familia, de los partidos, de dos poblaciones vecinas, de dos comunidades. Por ello resulta de sentido común apostar por la mayor autonomía hídrica posible en todos los territorios. Un objetivo en el que se enmarca el uso de desalinizadoras, sin menoscabo de otras vías. No hay más remedio que llegar a encuentros, a acuerdos, pese a los réditos electorales que reportan los enfrentamientos por una materia tan común al ciudadano como el agua.
Pero es tan sencillo manipular repitiendo que el agua del Ebro se tira al mar... Es tan sencillo como comerse unas sardinas que difícilmente servirían de sustento para los pescadores y alimento para los ciudadanos sin los aportes del agua dulce de los ríos, como se ha demostrado, por ejemplo, en la desembocadura del Nilo.
Da igual. Estas cosas no importan. Importan las audiencias. Marcar músculo facial y asegurar que nadie humillará a los valencianos. Palabra del presidente de la Generalitat que se negó a recibir a víctimas del mayor accidente del metro en España, causante de 43 muertos pero de ninguna dimisión; del presidente de la comunidad autónoma a la cola en camas hospitalarias por habitante; del presidente que boicotea la Ley de Dependencia que favorece a los que no se valen por sí mismos; del presidente que ha promovido una de las óperas más caras del mundo y no ha dado explicaciones por su escandalosa inundación; del presidente que rechaza explicar el coste de la visita del papa y la promoción de su arzobispo, y que asiente cuando Rita Barberá pide al "santo padre" que "rece por España"; del presidente de una televisión autonómica que se explaya en las relaciones de un gobernador americano con una prostituta y no informa del gasto de 50.000 euros públicos en prostíbulos de ambiente gay de un concejal mallorquín del PP y activista ultracatólico. En fin, del presidente que no permitirá que nadie humille a los valencianos. Él se ocupará de eso.
Ferran Bono es diputado por el PSPV en el Congreso y periodista
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