La última

"Vaaaa, vamos a tomarnos la última". La sugerencia, con un cierto tono insistente, aparece casi siempre tras una cena con amigos o compañeros de trabajo. Se suele acceder, no sin gruñir al recordar que el despertador va a sonar en seis o siete horas. En el fondo uno sabe que no va a ser la última. En el mejor de los casos, tal vez la penúltima. Hay bares que se prestan a tomar esa última. Y, a pesar del precio de la entrada, también algunas discotecas. Luz de Gas es, para lo bueno y para lo malo, una de ellas.
En la puerta de la discoteca aguarda una pareja. Él, con camisa y corbata de rayas. No va muy conjuntado. Ella, toda de blanco: vestido, chaqueta y gorro. Bastante demodé. Los porteros les dejan pasar, lo cual no es sorprendente en este caso, pero sí en muchos otros. Luz de Gas tiene precisamente fama de ser estricta al permitir la entrada. Pero es miércoles, y algo menos de la una de la madrugada. Hoy no parece haber demasiados problemas.
El interior de la discoteca hace honor al nombre. La iluminación es muy tenue, tanto, que recuerda los alumbrados de las calles del siglo XIX. Al fondo del local hay un teatrillo donde ha actuado Rafael Amargo y donde luego parece ser que se subirá Fundación Toni Manero. Porque a pesar de que Luz de Gas sea definida con ese eufemismo de "clásico entre los clásicos" -que suele significar "antigua"-, sin duda sigue viva por el cartel de conciertos que luce en su haber. Por allí han pasado Ana Belén, José Feliciano, Bebo Valdés, Cachao, Danza Invisible, El Cigala, Pedro Guerra, Serrat, Sabina... Y la habitual voz de Mónica Green. Pocas discotecas pueden presumir de un cartel semejante.
El ambiente, no obstante, no destaca por la alegría de la gente. Más bien parece algo estirado. Nadie sale de su grupillo de amigos y quien lo hace es para ir a fumar o a ligar. Así que hoy éste sí que va a ser el último gin-tonic de la noche.
- Lo más. Los conciertos.
- Lo menos. Un ambiente demasiado estirado.
Luz de Gas. Muntaner, 246. Barcelona.
lpellicer@elpais.es
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