Otro parto es posible
Sigo desde Berlín la polémica sobre los partos en España: los hospitales ofrecen a menudo un trato muy poco íntimo y con demasiada intervención. Y la alternativa son los partos en casa, con unos estándares médicos por debajo de lo que debería ofrecer la sanidad hoy día. Mi experiencia es otra, y creo que merece la pena explicarla.
Mi hijo nació en una ¿casa de partos? de un hospital berlinés. La casa de partos está completamente separada del hospital excepto por un ascensor, que conduce al quirófano. Aunque está equipada para urgencias, la casa de partos no tiene aspecto de centro sanitario. Las estancias son agradables, como de hotel. Lo que me hizo decidirme por este centro es que me pareció que ofrecía seguridades médicas y al mismo tiempo un ambiente que me inspiraba confianza. Distintas charlas y cursos permiten familiarizarse con las estancias y conocer a las comadronas. Una de ellas pasó a ser mi ¿comadrona de cabecera? A partir de la semana 30, los ginecólogos del centro realizan las revisiones periódicas necesarias. El parto lo lleva la comadrona de guardia, pero el ginecólogo está presente en la última fase y examina a la parturienta y al bebé. Se intenta que el parto sea lo más natural posible, respetando los deseos de la futura madre y sin exigir heroicidades. Si todo va bien, poco después del parto la familia al completo se va a su casa. Si es necesario, pasan a las estancias del hospital. La comadrona de cabecera visita a la madre y el bebé en casa durante unos meses, al principio varias veces al día.
Pienso que este tipo de partos deberían ser la norma en toda Europa. Lamentablemente, incluso en Berlín este centro es una excepción. El principio es simple: tan poca intervención como sea posible; tanta como sea necesario. Confiar en las futuras madres y ofrecerles la confianza necesaria para que se sientan capaces de realizar un esfuerzo tan grande en un momento tan especial.
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