De Madrid al cielo (sucio)

Las instituciones están para velar por la salud de los ciudadanos. Si el aire que respiramos está contaminado, tendrían que informar y defender a los habitantes con medidas específicas. Pero no lo hacen.

Esto es al menos lo que piensan los miembros de Ecologistas en Acción, que presentaron ayer una queja en la oficina del defensor del pueblo Enrique Múgica. La asociación denunció "la indefensión que sufren los madrileños por los altos niveles de contaminación atmosférica".

Las directivas europeas fijan unos límites que, si se superan, son perjudiciales para la salud.

Las 27 estaciones de medición de la calidad del aire del Ayuntamiento de Madrid y las 23 repartidas por distintos municipios de la región, que dependen de la Comunidad, miden el estado del aire. "Hemos comprobado que, cuando se superan los umbrales de riesgo para la salud, ninguna de las dos administraciones avisa a los ciudadanos o toma medidas", afirmó Juan García, de Ecologistas.

En verano, el enemigo número uno del aire sano es el ozono troposférico (O3). Se trata de un contaminante secundario, es decir, no lo emite ninguna máquina o industria, sino que se forma en la atmósfera por las reacciones químicas en las que interviene el

dióxido de nitrógeno (NO2), otro contaminante sí emitido por el hombre.

El momento de mayor contaminación del cielo de la capital este verano fue la noche entre el 4 y el 5 de agosto. La estación de mediación de contaminación atmosférica de Recoletos registró entonces, entre las 22.00 y las 24.00, una media de 446 microgramos de dióxido de nitrógeno por metro cúbico, cuando el nivel para alertar a la población está fijado en 400. Por suerte, según García, el día 5 llovió y el sol no ayudó a formar este ozono malo. "Nadie está a salvo, la estación de Recoletos está junto al despacho de la concejala de Medio Ambiente, Ana Botella, que tampoco respira un aire saludable. Tendría que ser la primera en preocuparse por este tema", añadió el ecologista.

También las estaciones alejadas del centro, como Alto de Extremadura o barrio del Pilar, suelen superar los límites. Casi la mitad de las centralitas de medición de la Comunidad sobrepasa el nivel de protección para la salud. Los efectos negativos del ozono malo van desde la disminución de la capacidad respiratoria hasta alteraciones del sistema inmunológico y afecciones cardiacas. Los más afectados son los niños, las personas mayores y los asmáticos.

Según distintas normativas europeas, las autoridades tienen la obligación de advertir a los ciudadanos cuándo se supera el umbral y de recomendar a la población más sensible que se quede en casa y evite el ejercicio físico en la calle. García solicita medidas reductoras como el peaje para acceder al centro, como en Londres, o la limitación de velocidad a 80 kilómetros por hora en zonas metropolitanas, como en Barcelona a partir de otoño.

El Defensor del Pueblo no puede obligar a las instituciones a poner en marcha medidas, pero si encuentra justa la reclamación de los ecologistas, puede recomendar al Ayuntamiento o la Comunidad que mejoren su actuación. Ambas administraciones declinaron ayer ofrecer su versión.