Arte y naturaleza

¿Puede ser subjetiva (aspiración de todo escéptico que se precie) la opinión de una candidata? Porque yo lo soy a la Comunidad por el Partido Antitaurino Contra el Maltrato Animal (PACMA), dato objetivo que aporto desde ya para que el Conthe de turno no intente sacarme los capotes sucios. Lógicamente, si mi perra votara me votaría a mí y no a Sebastián, como él cree ("Si los perros votarán, mayoría absoluta", respondió en Chueca a los lametones de Poca). Y si los frikis votaran, votarían a Sabanés, por los 100 euros para cómics.

Yo, en cuanto que votante y escéptica, soy bipolar: a ratos, maniaca y, a ratos, depresiva. Puedo llegar a llorar en los picos más bajos de mi escepticismo, como Gallardón inaugurando el último tramo de soterramiento (dicho así, no es para menos). Sólo que todo llanto de M-30 debiera ser, por definición, arterial, cardiaco, y el suyo resultó más bien hormonal, un poco posparto. ¿Será que quien llora el último llora mejor? ¿O fue la primavera?

Qué paroxística mismidad alcanza la fidelidad de los candidatos: el susodicho, a Vivaldi; a Houdini, Sebastián; a quién sino a Aguirre, Esperanza; Simancas, al vacío existencial: el que le robó hace cuatro años la Comunidad y el que le ha borrado ahora del mapa subterráneo (la única que podría encontrar su homónima estación es Aramís Fuster, que dice que viajó en metro una vez y fue una experiencia escatológica; tú sí que sabes, Aramís: qué juego sucio ni qué progres eufemismos). El caso es que los candidatos se abren el abrigo y nos enseñan sus propuestas: guapa, si te levantas la faldita, te grabo con muchas cámaras; bonito, si te escondes conmigo en las dunas, te hago la playa completa; cielo, si me pones una equis aquí, te compro una lavadora.

Así que, yo, arte y naturaleza, como Tita, aunque ella no sea tan candidata y yo no sea tan apolítica porque no soy tan baronesa. Es lo único que me permite el escepticismo. Y libros y cómics, como Sabanés, aunque tampoco sea tan friki como quisiera. Ah, se me olvidaba Ángel Pérez.