Atentado en Delhi
Pocas relaciones de vecindad son tan inestables y peligrosas como las de India y Pakistán. Las dos potencias atómicas del sur de Asia, que han disputado tres guerras desde la partición de 1947, mantienen desde hace 17 años un contencioso sobre parte de la fronteriza Cachemira, en los Himalayas, que se ha cobrado más de 40.000 vidas. El habitual clima prebélico entre ambos países está más apaciguado en los últimos años, pero ni en sus mejores momentos ha dejado de estar jalonado por sangrientos atentados.
Para las autoridades indias, las bombas que han causado casi setenta muertos en un tren que se dirigía desde Delhi a Lahore, ocupado mayoritariamente por paquistaníes, se inscriben inicialmente en este difuso clima de terror, protagonizado básicamente por el fanatismo islamista y acentuado por la conflictiva convivencia entre hindúes y musulmanes en la India. Se trataría en este caso de dinamitar el deshielo entre Delhi e Islamabad en vísperas de la visita a la capital india del ministro de Exteriores paquistaní.
El fundamentalismo islamista, omnipresente en Pakistán y especialmente activo a propósito de Cachemira, tiene una mortífera tradición en la India. Sólo en el año pasado, una cadena de explosiones con su sello mató a casi 200 personas en estaciones de ferrocarril y trenes en Bombay. Pero no cabe excluir otras autorías en la tragedia ocurrida al norte de Delhi, que podría haber sido mucho mayor si hubiesen estallado los otros dos artefactos depositados en el convoy. Precisamente por ser expresión de ese acercamiento entre enemigos, el tren Delhi-Lahore ha sido también amenazado por fanáticos hinduistas.
En las tensas y complejas relaciones entre India y Pakistán, punteadas sistemáticamente por matanzas terroristas, se viene abriendo paso desde 2004, con numerosas limitaciones, una precaria dinámica de normalización. El presidente paquistaní afirmó ayer que el atentado ferroviario no conseguirá cargarse este proceso. Aunque la declaración venga de alguien tan equívoco como el general Musharraf, ése es el único camino posible entre dos Estados nucleares que alimentan uno de los grandes focos de inestabilidad mundiales.
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