El Senado se resiste
El Partido Demócrata norteamericano no ha logrado reeditar su éxito de la votación en la Cámara de Representantes con la rotunda condena expresada contra el envío de 21.500 soldados más a Irak para "estabilizar" Bagdad. Pero ha sido por cuestión de procedimiento, ya que lo que se votaba era si se admitía a debate la moción para tratar luego el fondo del asunto, y hacían falta 60 votos sobre 100, mientras que el partido mayoritario en ambas cámaras obtenía 54. Pero es una victoria pírrica para Bush, porque había mayoría en contra, y encima se debía contabilizar en ella a siete republicanos que ven peligrar su escaño si van contracorriente de lo que opina el país.
Aunque los republicanos alegan que la oposición a una financiación suplementaria perjudica la seguridad de las tropas sobre el terreno, la opinión pública cada vez cree menos en ese argumento. Y el aviso a Bush es, en todo caso, indiscutible. Salvo que milagrosamente cambie para bien la situación de seguridad en el país, la próxima vez o la siguiente que los demócratas vuelvan a la carga se saldrán con la suya. Y hasta la propia secretaria de Estado, Condoleezza Rice, que hizo el sábado una visita relámpago a Bagdad de corte muy propagandístico, antes de seguir viaje a Palestina, hablaba de "nueva esperanza", pero añadía que era muy pronto para evaluar resultados.
La imagen que resume lo anterior es la de un presidente debilitado, al que muchos prestan la intención de huir hacia delante atacando Irán, presunto instigador y proveedor de parte de la insurgencia iraquí. Pero la pelea en la que se está enzarzando tiene algo de aparente, porque tanto si fracasa como si tiene éxito la pacificación de Bagdad, la línea dura de la Administración, a la que aún valora y respeta Bush, podría argumentar que es aconsejable el castigo de Teherán. Y eso -casi no hay personalidad en Europa que ose refutarlo- sería una catástrofe para todo Oriente Próximo.
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