Batalla en el campus de Oaxaca
La Policía Federal mexicana se retira de la Universidad sin doblegar la resistencia de los estudiantes tras siete horas de enfrentamientos
"¿Quién sabe hacer bombas?", grita una muchacha que se afana en la preparación de cócteles molotov. Un grupo de jóvenes llena botellas con gasolina y arena en medio del trasiego. Otros preparan máscaras con botellas de plástico. El campus es un centro de acopio de armas rudimentarias para enfrentar a la Policía Federal. Horquetas o tirachinas, ondas, lanzacohetes caseros, machetes, palos y piedras constituyen el arsenal de los estudiantes para resistir la embestida de las fuerzas del orden.
La emisora Radio Universidad proclama que ha llegado la hora de pasar a la ofensiva y convoca a la ciudadanía a tocar campanas, bocinas y cacerolas. Los helicópteros de la policía dan cobertura desde el aire a las tropas, que encuentran una tenaz resistencia en todo el perímetro del recinto universitario, donde el ambiente es irrespirable por los gases lacrimógenos.
"Ya cayó, ya cayó, (el gobernador) Ulises Ruiz ya cayó", gritaba la masa de estudiantes
Después de siete horas de batalla en el mayor enfrentamiento directo desde que aterrizaron hace seis días, los federales se retiraron el jueves de los alrededores de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, con un balance de heridos que oscila entre 50 y 200, según distintas fuentes, y unos 30 detenidos, según la fiscalía. Tras el repliegue policial, una muchedumbre incalculable gritaba enardecida: "Ya cayó, ya cayó [el gobernador], Ulises Ruiz ya cayó" y cantaba victoria. "Hemos derrotado a la Policía Federal", arengaban los líderes de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) en la glorieta de Cinco Señores, al tiempo que convocaban a los oaxaqueños de todo el Estado a una marcha multitudinaria que confluya mañana en la capital. "El 2 de noviembre quedará registrado en la historia de Oaxaca, el 2 de noviembre es la derrota de Vicente Fox", dijo Flavio Sosa, uno de los líderes appistas.
En la Ciudad de México, el ministro de Seguridad Pública, Eduardo Medina Mora, aseguraba que la Policía Federal nunca pretendió entrar en la Universidad, lo que habría violado la autonomía del recinto, sino limpiar las calles aledañas de barricadas y garantizar el libre tránsito. Si éste era el objetivo, el fracaso no pudo ser más estrepitoso. Después de la batalla más larga, a las nueve de la noche, estudiantes y miembros de la APPO habían bloqueado de nuevo todos los accesos a la Ciudad Universitaria. En Oaxaca, el gobernador Ulises Ruiz sigue en sus trece y afirmaba, para justificar su permanencia en el poder, que el conflicto llega a su fin y que un grupo minoritario mantiene la protesta.
En las calles de la ciudad el paisaje es bien distinto del que dibujan las autoridades federales y estatales. La intervención de la Policía Federal en la zona universitaria incorporó a la lucha a un gran número de estudiantes, que se atrincheraron para defender la autonomía universitaria, y a muchos vecinos de los barrios colindantes, que acudían al recinto con todo tipo de víveres para apoyar a la resistencia. Y no sólo víveres. Amalia, una joven abogada que se graduó hace dos años, cargaba con la ayuda de su madre una caja repleta de botellas de Coca-Cola para la fabricación de cócteles molotov. "Tenemos que ayudar a defender la Universidad", decía.
La Universidad se ha convertido en el nuevo símbolo del conflicto en Oaxaca, desde el desalojo, el domingo pasado, de la plaza del Zócalo de la capital, que ha dejado de ser el bastión de la APPO para transformarse en un campamento policial con los comercios cerrados. "No pudieron con nosotros. Hemos ganado el primer asalto", decía al final de la jornada del jueves Gonzalo Pérez, 45 años, maestro de educación artística, con un tirachinas en la mano.
Ante el cariz de los acontecimientos, el obispo de Oaxaca ha ofrecido un anexo de la catedral para iniciar un diálogo entre las partes en conflicto. Pero las condiciones no parecen muy propicias para sentarse en la mesa de negociaciones.
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