Darfur

Acabo de regresar de Darfur después de varios meses de trabajo con una organización humanitaria. A finales de enero, las 40.000 personas que habitaban la aldea donde teníamos nuestro mayor proyecto huyeron tras tres días de ataques con morteros. Nuestro equipo fue evacuado in extremis junto a otras ONG; fuimos testigos durante 36 horas del asedio rebelde y del pillaje del Ejército sudanés. Tras cinco intentos de vuelta a la zona, conseguimos evaluar las necesidades humanitarias. Desplazamiento masivo de población y violencia cíclica generaron la que, por desgracia, es la foto que se repite: desnutrición infantil severa, fiebres hemorrágicas, neumonías, partos complicados, heridos de bala... Durante tres meses, pudimos establecer un hospital de campaña, pero en las últimas dos semanas de julio murieron tantos trabajadores humanitarios como en los últimos dos años. Nosotros sufrimos un ataque directo por parte de las milicias árabes que nos llevó a evacuar de nuevo; ahora trabajamos a "control remoto", apoyando al personal nacional que tenemos allí. Al llegar a España veo cómo en Líbano el despliegue de una misión de paz ha tardado menos de dos meses. En Darfur llevan reclamándola más de dos años, aunque no me extraña: si no aparece en los medios de comunicación, menos aún lo hará en las agendas políticas de los miembros del Consejo de Seguridad. Lo que sí aparece es el cólera o la meningitis; la situación humanitaria en Darfur sigue, mientras tanto, deteriorándose.