Candidata del rumor
Tiene que haber partido de la derecha el rumor de que María Teresa Fernández de la Vega pueda aspirar a ser alcaldesa de Madrid, pero no le falta fundamento si son ciertas las noticias de que los socialistas madrileños presionan a De la Vega para que sea candidata. Claro que cualquiera que conozca hasta qué punto los socialistas respetan a su secretario general no daría crédito a esta posibilidad. Nadie imagina a Rafael Simancas haciéndole ofertas por libre a una persona del equipo de Rodríguez Zapatero, como proponiéndole un cambio de destino a espaldas del presidente, ni a éste aceptando que sus compañeros madrileños resuelvan el problema de la candidatura a la alcaldía de la capital obligándole a él a prescindir de una persona clave en la coordinación de su Gobierno.
El propio candidato del Partido Popular no da crédito a ese rumor. Reconoce los valores de Fernández de la Vega, pero descarta seguramente que Zapatero prescinda de su vicepresidenta para entregársela a Madrid. Y no es que el actual alcalde le tema a la hipotética candidata. Al contrario, le alegrará tal eventualidad, sabe que si tal toro bravo eligen los socialistas para embestirle, toda la derecha, hecha una piña, estará en las urnas para votarle. El Madrid conservador es mucho, incluida la extrema derecha. No obstante, es posible que Gallardón no conciba que Zapatero, por quien parece no faltarle estima, llegue a poner tanta pólvora en la batalla madrileña para que, de perderla, pueda atribuírsele a él directamente la derrota. De modo que, a pesar de que una cosa es probablemente cierta, que la izquierda también haría una piña en torno a Fernández de la Vega, pocos ven posible que la vicepresidenta sea finalmente la candidata.
Es precipitado en consecuencia hablar de disparate, como lo hacen algunos, y no porque De la Vega carezca de condiciones para aspirar a la alcaldía de Madrid, ni porque Madrid no preocupe a Zapatero, sino porque entienden que la coordinación de su Gobierno debe constituir para él, sin duda, una prioridad. Sin embargo, de obtener resultados esas presiones que dicen que se ejercen sobre la vicepresidenta, en el caso de que ella sea susceptible de admitir presiones, corren el riesgo de errar, no los socialistas sino el presidente. No sería extraño, además, que en una decisión de este tipo algunos se empeñaran en ver algún distanciamiento entre Zapatero y su vicepresidenta y no se expliquen por qué. Pero a los socialistas a los que he preguntado lo niegan y descartan que Zapatero mande al Ayuntamiento a alguien que no quiera a su lado. Ni por eso se llevó a Trinidad Jiménez a un ministerio, sostienen, ni por eso mandaría a Fernández de la Vega a Madrid. Lo cierto es, sin embargo, que si los rumores hicieron de Jiménez una portavoz municipal en funciones antes de tiempo, ahora corre el riesgo el Gobierno de que el rumor consiga hacer de Fernández de la Vega una vicepresidenta interina.
No será la vicepresidenta, en todo caso, quien desvele este enigma; no entra en su estilo contribuir con insinuaciones a los acertijos, como ya hemos visto en sus respuestas a la pregunta de si será o no la candidata. Tampoco el presidente parece dado a alimentar especulaciones, pero dijo el otro día que el nuevo titular de Justicia puede ser una mujer y no faltó quien barruntara baile de mujeres en su Gobierno. Eso probablemente quiera decir que el presidente ya tiene pensado su nuevo equipo, pero no supone precisamente que las federaciones de su partido le impongan los cambios ni que él aproveche las necesidades de sus federaciones para hacer los suyos. De todos modos, a Zapatero se le nota ya el síndrome de La Moncloa: empieza a dar muestras de que le gusta dar la idea de ser algo enigmático. Quizá por eso, sus votantes de Vigo, Girona, Tenerife, Barcelona, Valencia o Zaragoza, por ejemplo, se preguntan por qué han de quedarse sin María Teresa Fernández de la Vega como vicepresidenta, y mandan sus SMS a los móviles, pidiendo que siga, mientras muchas madrileñas, sin embargo, la quieren alcaldesa. Pero no depende de los socialistas madrileños dar satisfacción a unas o a otras, sino del presidente del Gobierno y, por supuesto, de su actual vicepresidenta, de la que tampoco sabemos qué tal le sienta la política municipal, qué tal se le da ir a comprar votos a un mercado.
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