Vuelo comprometido de Iberia

El próximo martes, Ángel Mullor se dirigirá a los accionistas de Iberia por última vez. Y su marcha como consejero delegado no es el único cambio al que tiene que enfrentarse la aerolínea, que afronta una nueva etapa con importantes modificaciones en su estructura de poder, sus planes de negocio y su estrategia.

El presidente de la compañía, Fernando Conte, planteará al consejo asumir las funciones de consejero delegado. Pero esta concentración de poder no va en la dirección de las recomendaciones de buen gobierno y, por eso, en la compañía no dan esta decisión por hecha. Además, los resultados de los tres primeros meses no han sido muy esperanzadores: la compañía ha perdido 45 millones de euros, 29 más que el año anterior.

También se prevén cambios en el modelo de negocio, tal y como recoge el plan director 2006- 2008. Iberia no quiere seguir operando en España con unas líneas que no le resultan rentables, y la apuesta es la larga distancia, que ya supone el 40% de sus ingresos. También quiere fortalecer sus puntos débiles, como Brasil, y dar el salto a EE UU, una apuesta para la que cuenta con la T4 de Barajas. También ha decidido tomar una participación en una compañía de bajo coste aún por bautizar.

El otro pilar del plan es el aumento de la productividad y el recorte de costes, y tampoco está exento de problemas. Con el personal de tierra ya se han acordado los términos del convenio, pero con pilotos y tripulantes de cabina se mantienen las fricciones.

Iberia no es, en todo caso, la única aerolínea en proceso de cambio. El sector de transporte aéreo internacional ha perdido más de 36.000 millones de euros en los últimos cinco años, y los expertos creen que en un plazo más corto que largo únicamente quedarán tres grupos alrededor de las tres grandes líneas de bandera: British Airways, Lufthansa y Air France.