¡Bravo, maestro!

El Liceo vibró con un electrizante Nabucco en versión de concierto magistralmente dirigido por el venerable Nello Santi, el más experimentado director verdiano del planeta. Verle dirigir, siempre de memoria, es un espectáculo: nada escapa a su experta y enérgica batuta, desde la primera a la última nota, ejerce un implacable control sobre la orquesta, pero sin agobiarla, y arropa con pericia e inspiración a los cantantes.

Verdi suena, y respira bajo su batuta, con brillo, potencia y arrolladora fuerza rítmica, pero nunca contra las voces. ¡Y vaya voces! Nucci cantó con carisma, autoridad y admirable gama de recursos técnicos y expresivos. Guleghina estuvo colosal, con un canto de estremecedora potencia, valentía y sentido expresivo, con agudos que enardecieron al público.

Dos debutantes en el Liceo causaron gran impresión: el bajo Giacomo Prestia, que otorgó la nobleza y emoción que requiere Zaccaria, y la mezzosoprano Joyce DiDonato, un lujo como Fenena, resuelto con empaque y belleza vocal. Otro lujo fue Aquiles Machado como Ismaele, aunque su bella y comunicativa voz sólo cautivó cuando despegó los ojos de la partitura. Excelentes coros y comprimarios.