Australia aborigen

Hijo, nieto y bisnieto de artistas de circo, el autor de La revelación -que se despide mañana del teatro Alfil (Madrid)- creció recorriendo el mundo en una caravana. "Soy un nómada. Mi vida ha sido un largo viaje".

¿Cuál es el lugar más recóndito al que ha llegado?

¡Buf! Cuando tenía ocho años viví diez días con unos aborígenes australianos.

La historia promete.

El circo en el que actuaban mis padres se dedicaba a ir lo más lejos posible de la civilización. En una ocasión, en Australia, teníamos que atravesar un desierto, pero hubo una ola de calor y era peligroso. Decidieron seguir adelante, pero nos dejaron a mí y a mi hermana pequeña con una familia aborigen con la que habían hecho amistad.

No le creo.

Sí, sí, y todavía hoy les agradezco que nos dejaran allí sin miedo. La familia vivía al borde del desierto, en Nueva Gales del Sur, y consistía en un padre y cinco o seis madres, porque eran polígamos. La casa estaba a un metro del suelo, por las serpientes. Nos pasábamos el día jugando con sus canguros domesticados y por las noches contaban historias. Recuerdo las estrellas tan cerca que parecía que te iban a saltar encima.

¿Se marchó llorando o feliz de perderles de vista?

Me fui con bastante poco entusiasmo. La vida continuó, pero me quedó el recuerdo de haber vivido durante un pequeño momento el mundo prehistórico.