Peripecias y penurias de un intrépido cabo
Miguel Garrido contaba apenas 16 años cuando estalló la Guerra Civil. Este joven pizarreño, que militaba en las Juventudes Socialistas, no dudó en defender la legalidad constitucional frente a los golpistas que amenazaban la República y se alistó en el ejército pese a la oposición de su familia.
Cuando Málaga cayó sitiada en el invierno de 1937 y ante la inminente toma de la ciudad por las tropas franquistas, Miguel y su familia emprendieron la huida hacia Almería junto a cientos de miles de malagueños. Todos los miembros de la familia Garrido lograron sobrevivir a los continuos bombardeos con los que la marina italiana y la aviación alemana trataron de cortar la marcha. "Otros muchos cayeron en las cunetas embarradas de la antigua carretera", recuerda su hija Ana Graciela Garrido.
Miguel Garrido dejó a sus padres a salvo en Almería y retomó su compromiso con la República luchando en varias batallas, como la del Ebro. Meses antes de acabar la guerra, tuvo que exiliarse a Francia, donde pasó un tiempo confinado en un campo de concentración. Allí logró arreglar sus papeles para marcharse a Argentina en el Winnipeg, un barco que fletó el poeta chileno Pablo Neruda, entonces embajador de Chile en Madrid, y en el que se exiliaron a Sudamérica miles de españoles.
En Buenos Aires rehizo su vida junto a su mujer y sus cuatro hijos. Sólo en 1976, ya muerto Franco, Miguel se avino a regresar a España. Volvió a Pizarra, su pueblo, donde como este pasado verano, lo primero que hizo fue visitar la tumba de su padre, del que no se pudo despedir en vida.
El regreso lo simboliza ahora su hijo Miguel con la marcha inversa por el camino que su familia recorrió en la fuga. Hoy intervendrá en el acto de homenaje a las víctimas de la carretera de Almería que organiza la Diputación de Málaga y tras el que seguirá camino hasta Pizarra.
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