Palestina, esperanzas y desesperanzas
Es esperanzador que se hayan podido celebrar unas elecciones democráticas en territorio árabo-musulmán sin la manipulación habitual en muchos de esos países árabes y en un contexto y momento nada favorables. Sin duda, son una lección a los regímenes de la zona que, un pretexto tras otro, retrasan la democratización de sus países. Es apreciable que el actual Gobierno palestino asuma el resultado de las urnas, sin ninguna intentona golpista como la hubo en Argelia. Es una oportunidad para que Europa tome la iniciativa en la resolución del conflicto y en el desarrollo político-social del Mediterráneo. Es una oportunidad para que la diplomacia española, por el conocimiento de su actual cúpula de las claves del conflicto, tome un papel de liderazgo acorde con su defensa del diálogo de las civilizaciones. Es tiempo de entender que el islam político es un componente de las sociedades árabo-musulmanas; reducirlo a la cuestión del terrorismo es favorecer a este último.
A Europa le interesa que los movimientos políticos de ideología islamista sean moderados, que asuman las reglas del juego democrático, le interesa una corriente de "demoislámicos" o "demomusulmanes" que constituya esa alternancia necesaria en la dialéctica poder-oposición.
Hace más de una década se perdió la oportunidad de democratizar a Argelia, y con resultado de guerra civil y vuelta al punto inicial. Los votantes de Hamás, como los votantes de otros partidos islamistas en otros países árabes, no tienen miedo de perder la libertad, la justicia, los derechos humanos, el bienestar, sencillamente porque nunca han tenido nada de esto. Para ellos será un hilo de esperanza o mantenerse sumergidos en la desesperanza. De Estados Unidos no esperan nada, pero de Europa esperan que los entienda por lo menos cuando mueren ahogados en el Estrecho o cuando votan a islamistas, que les ayude a democratizarse.
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