No esa Maria Schneider
Cuenta y no para Maria Schneider (la jazzista) sobre los muchos enredos en que se ha visto metida al confundirla algún periodista con la otra Maria Schneider (la actriz), protagonista célebre de El último tango en París. No hay más que verlas a la una y a la otra para darse cuenta de que cualquier parecido entre ambas es pura coincidencia. Maria, la jazzista, es pequeñita, casi transparente, y tan frágil que parece que fuera a salir volando a la menor brisa. Sólo que también es mujer de personalidad robusta que vive entregada a la causa. Tiene cosas que nadie tiene. Por ejemplo: es una de las pocas directoras de jazz que dirige. No es redundancia: desde Ellington, y aún más atrás, la mayoría de los directores de orquesta en el jazz se han refugiado detrás de algún instrumento y ya vendrá uno a decir cuándo debe callarse la sección de lengüetas. También se distingue por escribir unas a modo de minisinfonías, de unos diez minutos de duración aproximada, con sus pianissimos y sus apoteosis, primero aquellos, luego éstas. Hay un tercer rasgo: la delicadeza que define su trazo de compositora, lo que uno definiría como propio de su sexo si no fuera porque dicha afirmación pudiera ser malinterpretada y su autor, acusado de lo que no es. Que uno no sea machista no significa que el mundo del jazz no lo sea, y mucho.
Maria Schneider
Maria Schneider, directora y orquesta + Marc Miralta, cajón. Centro Cultural de la Villa. Madrid, 13 de noviembre.
Un poco más allá
Cuanto se escuchó la noche del martes fue todo obra de la aludida, excepto el bis (Over the rainbow). No hubo número que no llamara la atención por un motivo u otro y alguno fue todavía un poco más allá. El caso de los tres romances contenidos en el último CD de la artista -a la venta sólo por Internet- en los que rinde tributo a las tierras iberoamericanas que ha visitado recientemente. Por orden de aparición sonaron Choro dançado -basado en el ritmo homónimo originario de Brasil, que su autora dedicó a la cantante Rosa Passos, presente en la sala-, Pas de deux y Dança ilusoria.
La novedad para los dos recitales de Madrid y Barcelona consistió en el final ad hoc a ritmo de bulería, soleá y rumba, sucesivamente, y con Marc Miralta de invitado especial tocando el cajón flamenco. La pieza, escrita por encargo del Lincoln Jazz Center de Nueva York, conduce a su autora hacia terrenos bien conocidos por el aficionado, dícese del Gil Evans de Sketches of Spain junto al trompetista Miles Davis. Una pequeña maravilla, una más, con los sabores del jazz y del flamenco reuniéndose de la forma más convincente. Y si no teníamos a Miles para adornar el bodorrio, tuvimos a la canadiense Ingrid Jensen, intérprete de fuelle y tronío cuya fogosidad desafía los estereotipos.
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