"Es evidente que no sólo persigo entretener"
Luis Daniel Izpizua (Zumaia, 1948), catedrático de Lengua y Literatura Española en un instituto de San Sebastián y colaborador de EL PAÍS, no es especialmente aficionado a la novela negra, ni como lector, ni como escritor. Sin embargo, se ha adentrado en el género para desarrollar El hombre de Burdeos (Hiria), su última novela. "El género es paródico en realidad, porque yo sigo haciendo lo mismo, sigo haciendo novela introspectiva, pero la historia lo exigía", asegura. "Es evidente que no sólo persigo entretener".
Izpizua carga siempre sus libros de reflexiones. En su novela Sacca della misericordia (2003) planteó una aproximación a la memoria y el conflicto vasco. En su libro de relatos Amores (2004) presentó a los lectores un monográfico sobre las relaciones de pareja. Ahora, en El hombre de Burdeos retoma algunas de las cuestiones ya clásicas en su literatura. "No sé exactamente cuál es el tema de fondo, porque no me he propuesto escribir sobre un tema determinado. Toco diversas cuestiones que son recurrentes en mí y que han ido saliendo de una forma natural al desarrollar la trama", confiesa.
"Ésta es una novela de crímenes, pero también una novela sentimental un poco tremendista"
La fatalidad, el amor, el talento artístico, la paternidad ausente,... Izpizua va mencionando las grandes líneas temáticas de su novela con la boca pequeña, midiendo sus palabras para sugerir sin contar, dar pistas sin desvelar una trama detectivesca en la que no hay detectives.
El hombre de Burdeos arranca en Amsterdam, en la terraza del Schiller Cafe. El protagonista intercambia allí un par de palabras con un hombre al que no conoce y con el que no se entiende. Sin embargo, ese encuentro intrascendente desencadenará grandes cambios en su vida, porque resucitará un viejo fantasma del pasado: la obsesión por un hombre que se le aparecía en sueños y que un buen día descubrió en Burdeos que existía. "Le sigue la pista a ese personaje. Y esa especie de indagación casi detestivesca acaba siendo una investigación sobre sí mismo", explica. "El hombre de Burdeos es una novela de crímenes, pero también una novela sentimental un poco tremendista", sentencia. "¿El amor está por encima de apreciaciones morales? Igual ése es el tema de fondo", acaba diciendo.
La novela, ambientada en San Sebastián, tiene una importante carga de humor. Se puede leer en su extremo como una especie de boutade, dice el escritor. ¿Para desdramatizar la realidad? "Sí", responde. "Esto no es una novela política, pero está ambientada en el País Vasco y se habla de que existen los terroristas... La propia sensación de paranoia que tiene el protagonista está en el fondo reflejando situaciones que se han podido dar con respecto al terror de aquí. Ahora, es una lectura a título privado, no viene forzada por el texto".
Izpizua, quien publicará en 2006 una novela corta de amor y amistad, continúa con su labor como columnista y acaba de ver reeditada su narración en euskera Rosamunda (Hiria).
[El libro de Izpizua se presentó ayer en San Sebastián junto a Dos inviernos, segunda novela de Agustín Vicente (Bilbao, 1970), finalista del Premio Euskadi de Literatura en 2002 con Musgo, un texto sobre el enamoramiento. "Dos inviernos puede ser una secuela" de la primera, dijo el escritor y filósofo. "Me centro en la relación de pareja para defender la tesis de que nuestra vida y nuestras relaciones no son tan frágiles como tendemos a pensar". Lo hace a través de dos historias de amor; la real y la que hubiese sido posible si Carola y Miguel hubiesen tomado otra decisión].
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