Las trampas de la falsa gratuidad
Para mis dos hijas, que comienzan primero y segundo de primaria en un centro público de Sevilla, septiembre es el mes de la vuelta al cole. Para los mayores es también el mes de los propósitos, de los fascículos... y de las muchas campañas publicitarias de la Junta de Andalucía. Una de ellas nos habla del avance que supone el programa de gratuidad de libros de texto. Sin embargo, descender de la propaganda a la realidad es decepcionante y duro. Duro, por ejemplo, va a ser el comienzo del curso para todas las familias con pocos recursos y con hijos de entre 8 y 12 años que este año se han quedado sin ayudas para libros de la Junta. Este curso todo el presupuesto se va a gastar en pagar todos los libros de todos los alumnos de primero y segundo de primaria. ¿Es un avance en la justicia social que una familia necesitada se quede sin ayudas para que tengan libros gratis familias acomodadas? A mí me parece que no.
Pero es que además, no existe tal gratuidad. La Consejería de Educación limita a 93 euros su aportación por alumno, obligando a los centros escolares a pagar con cargo a su escaso presupuesto operativo la diferencia entre lo que da la Consejería y lo que cuesten los libros elegidos por el centro. De esta manera, se obliga a los centros a elegir libros que no se pasen de los fatídicos 93 euros (aunque no sean los más adecuados para la educación de nuestros hijos), o a afrontar la diferencia con cargo a un dinero escaso y necesario para materiales y actividades durante el curso (algo que también repercutirá negativamente en la calidad de la educación). Por supuesto queda el recurso de incumplir las leyes y, como están haciendo un sinnúmero de centros concertados, pedir a los padres que paguen la diferencia entre el coste real de los libros y la aportación de la Junta. Algo que los centros públicos no pueden hacer. ¿Es esto apostar por la educación pública de calidad? Nuevamente, me parece que no.
Lo que la Consejería de Educación ha planteado con la gratuidad no es un programa, sino un eslogan. Y los eslóganes son útiles para la publicidad, pero no para la educación. En este caso, además, la propaganda se hace a costa de la equidad y de la calidad de la educación en Andalucía. Una verdadera trampa.
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