Parlamento 'versus' ring
Si algo malo hizo Aznar, por encima de todo, fue dividir y enfrentar a los españoles. Su peor herencia radica en el empobrecimiento intelectual del debate político. La negación del diálogo, del debate o de la diferencia. Con Aznar sólo cabía el blanco o el negro, sin fisuras y sin matices. La apelación directa a los intestinos, por encima de la razón, componen su receta política y la de su partido.
Cuando se confunde negociación con rendición, diálogo con debilidad o acuerdo con chantaje, se estrechan tanto los márgenes de la política que ésta deja de sintonizar con los ciudadanos que, en su vida diaria, dialogan, discrepan y acuerdan. Esa es la España real, y no la del hooliganismo político.
El pasado miércoles participé en la Diputación Permanente del Congreso en la que, muy pronto, las interrupciones y el tono de los diputados del PP revelaron su estrategia de convertir la sesión en bronca. Debíamos hablar de los incendios de Guadalajara pero el PP, en lugar de dialogar, prefirió abrir la caja de pandora. La sombra de Aznar se hizo alargada y sus más aventajados hooligans se adueñaron de la situación. Buscaban un titular: bronca en el Congreso; bronca a cualquier precio, aunque sea haciendo del Congreso un ring de boxeo.
Si no es tolerable que la violencia entre en los campos de fútbol, mucho menos lo es en el templo de la palabra. Pero al igual que en el fútbol los hooligans son minoría, también en el Congreso hay pocos diputados como Rafael Hernando.
Lamento que algunos no quieran escuchar respetuosamente los argumentos de los demás. Pero lo que resulta intolerable es el intento de agresión a un diputado. A un dirigente político honesto y trabajador como Alfredo Pérez Rubalcaba. Hago mías aquellas palabras que martillean permanentemente las mentes de losdiputados populares: "Los españoles se merecen un Gobierno -y una oposición añado- que les diga la verdad".
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