La toxina del tétanos podría servir para tratar el Parkinson, la depresión y otros trastornos mentales
Un equipo de investigadores españoles ha descubierto en animales de experimentación que la toxina tetánica, responsable del tétanos, puede tener grandes posibilidades terapéuticas en diversos trastornos psicológicos, como la depresión, la ansiedad o la anorexia, así como también contra la evolución de enfermedades neurodegenerativas como la de Parkinson. Experimentos con ratas han demostrado que su parte inocua inhibe el transporte de serotonina con más eficacia que el Prozac y que tiene efectos neuroprotectores.
La toxina tetánica es una neurotoxina de la misma familia que las neurotoxinas botulínicas, responsables del botulismo. Estas últimas han sido utilizadas con éxito en el tratamiento de patologías debidas a contracturas musculares alteradas, como el estrabismo, la parálisis cerebral, la contractura anal, o el tortícolis. Últimamente estas toxinas se han aplicado incluso en el ámbito cosmético contra las arrugas. Para estos usos terapéuticos y cosméticos, los científicos trabajan con dosis subletales de las toxinas.
Un grupo de investigadores del Departamento de Bioquímica y de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por José Aguilera, ha estudiado la posibilidad de utilizar también dosis subletales de la toxina tetánica y de moléculas derivadas de esta toxina, con fines terapéuticos. Los investigadores consideran que los resultados obtenidos en el laboratorio, fruto de 20 años de estudio, son muy esperanzadores.
La molécula de la toxina tetánica está formada por dos partes bien diferenciadas. Una es la responsable de los efectos tóxicos y de los síntomas del tétanos; la otra, en cambio, es inocua y tiene la propiedad de poder penetrar y actuar en el sistema nervioso. Esta parte inocua, el llamado dominio carboxi-terminal, ha sido producida por los científicos en el laboratorio en cantidades apreciables para estudiar sus efectos en ratas.
Los experimentos han demostrado que la parte inocua inhibe el transporte de serotonina a través de las membranas sinápticas, es decir, las que interconectan las neuronas para transmitir las señales en el cerebro. La molécula tiene la misma eficacia que los inhibidores selectivos utilizados actualmente, como el Prozac, pero ha mostrado mayor potencia, duración y especificidad.
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