Un hallazgo

Dorantes y Esperanza Fernández forman una pareja singular, por lo inusual. Piano y cante unidos forman una buena conjunción y dan, sobre todo, calidad. La voz de ella, alta, bien definida, tiene poder y marca los cantes con rotundidad. El piano de él, protagonista en ocasiones, acompañante en otras, forma un fondo permanente de armonía y musicalidad y -¿por qué no?- de flamencura. Hicieron un repertorio muy variado. La soleá fue uno de los temas clave, por ser valiosa en sí misma y por significar, seguramente, la cumbre flamenca del recital. Una soleá tremendamente jonda, bien acompasada, que Esperanza dijo perfectamente identificada con ella. Otro tema fundamental fue la Baladilla de los tres ríos, de García Lorca, de la que Esperanza y Dorantes hacen una creación. Por su versatilidad, por la fuerza que tiene también, por su frescura. Los versos lorquianos adquieren una gran dimensión, la música los enriquece y da una nueva vida. Por bulerías, por malagueña y verdiales, en fin, todos los cantes están acertadamente resueltos. Incluso los no flamencos.

Tomatito comparecía con nuevo grupo. Por lo menos, parcialmente nuevo. Su hija María Ángeles Fernández se incorpora al cante, y Juan de Juan lo hace al baile. Ella, casi una adolescente todavía, canta con poca voz, plana, sin grandes pretensiones, y lo de más entidad que hizo fue un cante por tangos inspirado en la Niña de los Peines. El de Juan es un bailaor sumamente inquieto, que tiene en los pies gran parte de su acierto o no acierto. Zapatea con una tremenda fuerza, con rapidez extrema, hasta la extenuación. Pero por lo que le vimos su baile se queda en eso, ya que es monocorde, carece de cualquier tipo de variación.

El grupo de Tomatito brilló a excelente altura. Paquete, el Churry Amador, Lucky Losada, Bernardo Parrilla saben muy bien utilizar sus recursos para hacer una música empastada y de gran sonoridad, junto a la guitarra solista de Tomatito. Tuvieron todos ocasiones para lucirse en solos muy efectivos y convincentes.