"Yves Klein era muy espiritual, tenía a Dios dentro de sí mismo"
La profunda espiritualidad del artista francés Yves Klein (1928-1962) se desplegará en el Museo Guggenheim de Bilbao a partir del próximo lunes y hasta el 2 de mayo gracias a la retrospectiva más amplia jamás montada de su obra, según explicaron ayer en la capital vizcaína su viuda y gestora de su legado, Rotraut Klein-Moquay, y su actual marido y director de la fundación del artista, Daniel Moquay. Con una sonrisa, este último afirmó que su relación es un ménage à trois, un trío "en equilibrio", y que no siente celos retrospectivos del primer esposo de su mujer. Ambos conversaron en castellano, él de forma mucho más fluida, puesto que vivieron en Ibiza en los años sesenta.
La exposición Yves Klein ofrecerá una oportunidad única de explorar la obra de este artista, ya que cuenta con piezas de todas sus épocas y tendencias creativas, desde sus primeras pinturas monocromas en diversos colores a sus famosos monocromos, esponjas y esculturas en azul, color por el que se decantó porque "sentía que es el que mejor transmite lo inmaterial", según su viuda. También se mostrarán, desde sus Antropometrías, para las que utilizaba modelos femeninos como "pinceles vivos", o sus Monodorados, hasta sus últimas experiencias con fuego, entre ellas una columna que forma parte de la colección permanente del Guggenheim bilbaino, instalada en su estanque. "Hoy día es la única que existe", comentó Moquay.
"Sentía que el azul es el color que mejor transmite lo inmaterial"
La viuda del artista destacó de él su "sincera y profunda espiritualidad". "Era un hombre que tenía a Dios dentro de sí mismo", dijo. "Como artista, era como un árbol con muchas ramas. Muchos artistas hacen toda su vida con una sola obra. Klein realizó muchas y se movió en distintas direcciones. Fue un hombre con una visión cósmica", rememoró Rotraut, artista a su vez, como el hijo que tuvo con Klein y los tres de su matrimonio con Moquay.
La espiritualidad de Klein le llevó a estudiar la filosofía zen y le convirtió en un experto en yudo, deporte que enseñó en Madrid entre 1951 y 1954. De entonces data su primera "obra importante, considerada por los expertos como el primer acto de arte conceptual", un libro-catálogo de una exposición que nunca existió, y que el Guggenheim también exhibirá.
El pintor y Rotraut se conocieron en Niza en 1957, cuando ella tenía 19 años y cuidaba de los hijos de un amigo común. A él le sorprendió que esa joven admirase su obra, ya que estaba acostumbrado a que se burlaran de su trabajo, que no lo entendieran. "La gente pensaba que lo que hacía era una especie de broma, incluso nuestros amigos, pero a él no le importaba. Decía que había que tener paciencia, que en el futuro su obra se entendería".

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