El público se queda contigo

Acogiéndose a la bula que le permite ser uno de los pocos cantantes curristas -de Curro Romero-, de los que tienen a sus incondicionales siempre en vilo acerca de si tendrá o no la noche buena, de cuántas canciones quitará al final de la lista del repertorio e, incluso, de si llegará a su debido tiempo, Antonio Vega volvió a presentarse ante su público madrileño, y lo hizo evidenciando varias cosas. La primera, que una vez más no hay que preocuparse, más de lo discretamente conveniente, acerca de su salud. Es del dominio público que, tras el fallecimiento de su pareja sentimental Marga del Río, Vega ha pasado por una clínica para mitigar de algún modo las heridas del alma, que son siempre las más sangrantes. En la actuación que da pie a esta crónica se le pudo ver con más fuerza vocal, instrumental y anímica, y hasta se dio alguna carrerita que otra para tocar junto al batería.

También se despejó la duda de si este concierto iba a ser la presentación de su último y excelente disco de versiones, Escapadas. En absoluto. Con no ser mal concierto, el repertorio fue, más o menos, lo que el artista ha ido tocando en los últimos tiempos, un repertorio que comprende algunos de sus éxitos míticos con Nacha -sempiterna Chica de ayer o épica Lucha de gigantes-, otros menores de su carrera en solitario -Elixir de juventud, Se dejaba llevar u Océanos de sol, esta última con largo desarrollo instrumental- y, como única concesión al disco anteriormente citado, la interpretación de la personal recreación de una canción de Los Chunguitos de esas que ponen la piel de gallina: Me quedo contigo. Ejemplar paráfrasis este título de lo que Vega sigue consiguiendo, desafiando crisis, tragedias y desgastes vitales: que la gente, pese a pagar una pasta por ponerse frente a él, siempre se quede con él; que le prefieran, haga lo que haga y toque lo que toque; y eso, en España, no lo consigue casi nadie.