El trabajo guión

El trabajo, junto al paisaje, el retrato -en todas sus especialidades-, la guerra y las naturalezas muertas son algunas de las temáticas más recurrentes en la historia de la fotografía. Son los trabajadores vistos desde las imágenes estereotipadas, como las captadas por Lewis Wickes Hine (1874-1940) -más conocido como Lewis Hine- registradas a finales del siglo XIX en Wisconsin, con el argumento de grupos de niños mineros que posaban hieráticamente ante la cámara de este maestro, ya un clásico, de la fotografía. También retrató en las minas a adolescentes con las caras embadurnadas (sobre el año 1910); no podemos, tampoco, en esta especialidad perder de vista la producción de sir Benjamin Stone, que retrató con especial exquisitez a los granjeros de Worcester -allá por 1910-, ni el catálogo de oficios del viejo París -con toda suerte de panaderos- del que tanto gustó el clásico Atget (Vidas y oficios de París, 1896-1910).

Ahora nos llega a Málaga una colección con idéntica temática: retóricas del trabajo, procedente de la Randstad Photocollection. Un álbum del que es responsable Astrid Wassenberg -titular de la colección de fotografía Werklwork- que antes de formar este paquete de figuras de cera, que posan más tiesas que un cirio ante la cámara, debería haber estudiado un poquito una de las especialidades más emblemáticas del medio: la nobleza del trabajo como argumento. No es tarea complicada. Está en todos los manuales y catálogos especializados, porque la historia de la fotografía ha llegado mucho más lejos que colocar a criaturas rígidas vestidas de uniforme laboral ante una pared y apretar, después, el obturador.

Lamentablemente, se trata de una ocasión perdida en la que de nuevo se programan exposiciones en las que se da por indocumentado al espectador. De todo el conjunto, la única foto que se salva es la realizada por Carla van de Puttelaar, titulada Lena (1997) y, que además, en su contra, poco tiene que ver con el universo del trabajo. Un desastre.