Juan Pablo II cierra su noveno consistorio en un estado de gran debilidad

Juan Pablo II entregó ayer el anillo cardenalicio a los 30 nuevos purpurados de la Iglesia católica y dio por cerrado el noveno consistorio, quizá el último, de su pontificado. El creciente misticismo del Papa, que ya no puede mantenerse en pie y apenas hablar por la enfermedad de Parkinson, se puso de manifiesto en su homilía a los cardenales. El papa Wojtyla proclamó la primacía de la "oración contemplativa" en la vida cristiana, por encima de cualquier otra cosa.

En su homilía, leída por el sustituto del secretario de Estado, arzobispo Leonardo Sandri, el Papa hizo notar que había consagrado a la oración del rosario un año especialísimo para él, porque su pontificado cumplía un cuarto de siglo, e insistió en la importancia de la Virgen como intermediaria entre Jesucristo y los hombres.

El consistorio, que congregó en Roma a todos los cardenales en condiciones de viajar, concluyó en un ambiente de inquietud por la salud de Juan Pablo II. La grave enfermedad papal centró las conversaciones cardenalicias, y algunos príncipes de la Iglesia llegaron a referirse públicamente a la posibilidad de una renuncia del pontífice si un agravamiento de sus males le impidiera ejercer la función de vicario de Cristo y supremo dirigente terrenal de los católicos.

El diario oficial del Vaticano, L'Osservatore Romano, expresó ayer su rechazo a esos comentarios con un texto de portada firmado por Mario Agnes, director de la publicación. Agnes criticó las "disquisiciones seudocanónicas" sobre la situación del Papa y sobre las hipótesis que se darían si quedara incapacitado: "Éste es el momento de rezar, no de especular", escribió el responsable de L'Osservatore Romano.