El escritor de los escritores
Conocí personalmente a J. M. Coetzee hace tres años, cuando organicé en la sede del Colegio Nacional de México una serie de conferencias titulada Nueva geografía de la novela. Participaron, entre otros, Nélida Piñon, Susan Sontag, José Saramago, Gabriel García Márquez, Juan Goytisolo, Sergio Ramírez y J. M. Coetzee. Un hombre callado, saturnino, con la música por dentro. Pero ¡qué música! En su conferencia, Coetzee nos condujo por un viaje imaginario en barco a lo largo de las costas occidentales de África -su África- para ilustrarnos acerca de las literaturas -en plural- de ese continente. Del inglés al bóer, de las lenguas escritas y habladas del África negra, Coetzee dio una lección verdaderamente magistral y, para nuestros días, multicultural.
Bastó escucharlo para saber que la historia no ha terminado porque no hemos dicho nuestra última palabra. La de Coetzee es dura y bella, implacable y tierna. Esperando a los bárbaros es una terrible reflexión sobre la transformación del verdugo en víctima, del opresor en rebelde. En el corazón del país es una oda del odio racial, la venganza y el lirismo de una hija que quisiera soñar al menos con el placer de su padre pecador. Foe es una de las más brillantes novelas dentro de la novela escritas en nuestro tiempo. Al poner en duda la autoría de Robinson Crusoe, Coetzee nos convierte a todos, a la vez, en náufragos literarios, en amos del esclavo y en esclavos del amo.
Finalmente, en su novela más reciente, Desgracia, Coetzee rompe toda ilusión de un posible idilio de regreso a la naturaleza. La vida del campo es más brutal e inmisericorde que cualquier pesadilla urbana. Capaz de ver en profundidad al otro que somos todos, Coetzee también se ve a sí mismo con la distancia de la tercera persona del singular en sus dos espléndidos libros autobiográficos, Infancia y Juventud. Éste es un Gorki para nuestros días.
Apuesto que Gabriel García Márquez y Sergio Pitol celebran hoy, conmigo, este justísimo Premio Nobel de Literatura 2003. Porque J. M. Coetzee no es sólo un escritor para escritores; es el escritor de los escritores.
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