Progresistas
En Londres, la izquierda debate sobre el futuro del mundo. En Madrid, trata de desprenderse de la telaraña de corrupción en la que se ha enredado con la inestimable ayuda de unos constructores y de algunos cargos del PP. En Valencia... Aquí el PSPV se revuelca en la desesperanza de los egoísmos y las mediocridades. Alarma la ausencia de José Luis Rodríguez Zapatero, el secretario general del PSOE, en la cumbre de intelectuales y dirigentes progresistas, reformistas y de izquierda que ha organizado Tony Blair, sobre todo cuando esa cumbre ha convocado a liberales norteamericanos como Bill Clinton, socialdemócratas europeos como Gerhard Schröder y líderes del Tercer Mundo críticos con la globalización como Luiz Inázio Lula da Silva. Según Pasqual Maragall (que sí estuvo allí) eso ocurre porque "Madrid es como un electrón que va por libre". Un electrón peligrosamente despistado de la fuerte atracción gravitatoria que, a pesar de las fisuras abiertas por la guerra de Irak, la "tercera vía" ejerce aún, con su combinación de moderación, renovación y audacia, y con su llamamiento a convertir los valores en política sin confundir a esta última con la ideología. La izquierda del centro, como la ha denominado Giddens, con todas sus contradicciones, sigue siendo el núcleo dinámico del reformismo frente a la efectiva intransigencia de la nueva derecha. Y si algo tiene claro esa "izquierda del centro" es su vocación de gobierno -"tenemos que ser instigadores del cambio, no sus víctimas", dijo Schröder- en un mundo sacudido por transformaciones de enorme calado. Blair, con quien tiene razones Zapatero para estar enfadado por su aparatosa sintonía táctica con Aznar, aseguró en la cumbre progresista que en algunos países la incapacidad de la izquierda para renovarse y responder a las preocupaciones de los ciudadanos ha creado un vacío del que se aprovecha la derecha. Ese vacío parece más grave cuando la sociedad civil es frágil. El PSOE pierde, de momento, demasiada energía por el boquete de su crisis madileña para ser tan útil como prometía a corto plazo. En el PSPV, la musculatura política es tan flácida como agresivo el virus de las mezquindades orgánicas. A la izquierda de aquí le falta ambición intelectual y le sobra complacencia.
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