Berlusconi se blinda
Silvio Berlusconi se ha fabricado a medida un vergonzante parapeto para protegerse, mientras sea primer ministro, de los procesos en curso en su contra por corrupción y delitos económicos. Italia vivía una anomalía al haberse abrogado en 1993, a raíz de los juicios de Manos Limpias, toda inmunidad para los parlamentarios o altos cargos políticos, pues estas reglas para garantizar el libre ejercicio del debate político existen en casi todas las democracias. Pero Berlusconi, tras mofarse de los jueces con el espectáculo de su propia defensa en Milán, ha cambiado las reglas cuando el juego estaba en curso. En pleno proceso ha hecho uso de su mayoría en el Parlamento para aprobar a toda prisa la nueva ley que le pone, temporalmente, por encima de la ley.
La norma aprobada a toda prisa impide el procesamiento del primer ministro, y de los presidentes de la República, de las dos cámaras y del Tribunal Constitucional, mientras estén en el cargo. Se suma a otras leyes recientes para frenar las comisiones rogatorias en su contra en el extranjero o para cambiar de juzgado en caso de "sospecha legítima" de parcialidad. Al menos no impide que los jueces puedan seguir investigando presuntos delitos de estos personajes. Y sus colaboradores no contarán con esta protección, lo que puede llevar a situaciones sumamente embarazosas para el mal llamado Cavaliere, en caso de condenas, como le puede ocurrir a su mano derecha, el diputado Cesare Previti, acusado, con Berlusconi, de soborno a dos jueces.
Tampoco cabe excluir que el tribunal de Milán recurra la nueva ley por inconstitucionalidad. En todo caso, el día en que deje de ser primer ministro -pues, a pesar de todo su poder mediático privado y público, ese día llegará-, la justicia seguirá esperando a Berlusconi. Al menos de momento, su inmunidad temporal no significa impunidad de por vida.
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