Otra imagen

No soy de derechas, pero tenía la esperanza de que Alberto Ruiz-Gallardón fuera, como se decía, punto y aparte en el PP: un hombre progresista, educado, culto, totalmente al margen, y a años luz, de la gris generalidad de su partido. Mi imagen de él empezó a deteriorarse cuando aceptó que le hicieran incrustaciones, aunque fueran de vidrio, en su lista electoral.

Carlos Llamas le hizo [el jueves] una entrevista en la cadena SER. No se pueden contestar más vaciedades seguidas. ¡Qué adoctrinamiento! Gallardón recitó, punto por punto, sin saltarse una coma, el famoso opúsculo Cómo ser centrista del PP de toda la vida en diez lecciones. Sobre todo, el capítulo uno: "Método para rebatir a los comunistas ladradores por las esquinas cuando hablan de la guerra, que no es tal, de Irak", que empieza: "Compárese en todo momento a Sadam Husein con Hitler y a Blair con Churchill".

O el capítulo dos: "La de 1991 sí fue una guerra y entonces mandaba González -si se siente repugnancia a pronunciar ese apellido, dígase 'mandaban otros'-". Me temo que tarde o temprano todo esto se le va a indigestar a Alberto Ruiz-Gallardón.