Pundonor y hombría

Al tirarse Jorge Gutiérrez a matar a su primer toro, éste lo prendió por la ingle derecha y le infirió una cornada profunda de 12 centímetros que lo mandó a la enfermería. Pero haciendo gala de pundonor y hombría, salió con el muslo vendado para enfrentarse al inválido quinto.

Este oponente dobló las manos 10 veces, y como tampoco se movía, a pesar de su empeño el diestro hidalguense no pudo ligar sus pases. Lo mejor fue la certera estocada con que lo despachó y la merecida vuelta que dio antes de irse al quirófano para ser operado.

José María Luévano cargó la suerte al veroniquear al tercero, otro inválido que dobló las manos seis veces, por lo cual el espada sólo pudo darle algunos buenos pases aislados. Con el sexto, el hidrocálido dibujó las verónicas a pies juntos. Este adversario tampoco tenía ni un pase, pero Luévano se colocó entre los pitones del manso y le sacó templados derechazos. Coronó su faena de garra dejando el acero hasta la bola.

Al rebrincón primero, de nombre Bondadoso, que de esto no tenía nada, como Armillita no le puso mayor empeño no logró acoplarse. También anduvo muy desconcertado frente al fiero cuarto y no sólo escuchó un aviso, sino también los pitos de la concurrencia.

Octavio Sánchez se lució montando a Arruza, a Madroño, a Fandango y a Navegante. Con entrega y esfuerzo clavó los rejones de castigo, banderillas largas y cortas por adentro y el rejón de muerte al toro de Javier Garfias.

En este ejemplar, el sobresaliente Pablo Samperio, al intentar trazar la gaonera en dos ocasiones, fue zarandeado sin mayores consecuencias.