'Romancero gitano' y 'Poema del cante jondo'
Dos de los libros de poesía esenciales de Federico García Lorca, en la colección de EL PAÍS
Si de alguno de los escritores que componen la nómina de la colección de Clásicos del Siglo XX que edita EL PAÍS resulta inncesaria su presentación, ése es Federico García Lorca. Fusilado el 19 de agosto de 1936 por los franquistas, a los 38 años de edad, su nombre y su obra no han dejado de agrandarse desde entonces hasta convertirse en el más universal de los escritores españoles del pasado siglo. El drama de su muerte, quintaesencia de la variedad de odios que pudo acumular la España más reaccionaria, desde el rencor hacia el señorito, el desprecio por la inteligencia o la compleja y confusa repugnancia ante la sexualidad católica y socialmente incorrecta, no justificaría la progresiva popularidad ni la constante revalorización de su obra. La poesía, la prosa y la dramaturgia de García Lorca han conseguido trascender incluso lo más valioso que posee el ser humano: su propia vida, es decir, y también, su propia muerte. Desde su personal talento y sensibilidad supo crear y, con frecuencia, recrear una extraordinaria obra en la que lo popular y lo innovador, la tradición y la vanguardia encuentran un insólito equilibrio. El Romancero gitano, publicado en 1928, y el Poema del cante jondo, escrito en 1922 y publicado diez años más tarde (que el lector de EL PAÍS podrá comprar mañana, reunidos en un solo volumen, por tres euros), son dos ejemplos de la impecable técnica y el refinado estilo de un escritor que superó su propia leyenda.

Pena negra
En 1922 Manuel de Falla organiza en Granada el Concurso de Cante Jondo con la ayuda de Lorca. El poeta encuentra entonces una caudalosa fuente de inspiración que le lleva a escribir el Poema del cante jondo, publicado en 1931, y el Romancero gitano. La aparición del Romancero en 1929 supone su definitiva confirmación como poeta de proyección internacional, pero Lorca se encuentra lejos de quedar satisfecho. Amigos como Dalí muestran su disgusto con la obra y en torno a la figura del escritor se crea lo que él mismo llamará 'el mito de mi gitanidad'. La crisis coincide con un desengaño sentimental, 'una de las situaciones más dolorosas de mi vida', y la definitiva aceptación de su homosexualidad. Agotado, Lorca viaja a Estados Unidos. Allí encontrará nuevas fuentes de inspiración.
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