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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Leve respiro

La inflación de septiembre concedió un pequeño momento de respiro al Ministerio de Economía. El IPC subió el 0,4%, pero en términos interanuales la tasa de inflación bajó una décima, hasta el 3,5%. La inflación subyacente, que descuenta los precios de la energía y de los alimentos sin elaborar, también mejoró: descendió tres décimas en términos interanuales, hasta el 3,5%. El índice de septiembre ha servido al menos para mejorar las expectativas, que el consenso de los economistas situaba en más del 4% anual para 2002 y permite apostar a que la tasa estará entre el 3,7% y el 3,8%. Es un alivio momentáneo; lo más probable es que se mantenga el diferencial de precios con Europa, de forma que hay pocos motivos para el optimismo y lo más que se puede esperar, sobre todo cuando se tiene en cuenta la nula disposición del Gobierno para articular políticas antiinflacionistas, es que el IPC vaya aproximándose al 3% en el transcurso de 2003.

La ligera contención inflacionista de septiembre se debe más a los efectos secundarios de la crisis del turismo que a un cambio de la tendencia de los precios provocada por las mejoras en las políticas de oferta que favorecen la competitividad. El Gobierno, en particular el vicepresidente Rodrigo Rato y el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, han transmitido el mensaje de que el diferencial de inflación de España con la media de la zona euro se debía al mayor crecimiento de la economía española. Los hechos han demostrado la irrelevancia del argumento. Los indicadores, desde la tasa de paro hasta las expectativas de crecimiento, han empeorado rápidamente durante los últimos meses, sin que por ello la tasa de inflación haya mostrado el menor síntoma de descenso, antes al contrario. Desde el segundo trimestre del año, los economistas más independientes expresaron el temor de que la economía española sufriese los efectos de un crecimiento raquítico -el consenso apuesta ahora por un aumento del PIB durante el año 2002 de apenas el 1,9%- combinado con una elevada tasa de inflación. Esta posibilidad no ha desaparecido, pero sí ha disminuido el riesgo de que la inflación se descontrole.

El equipo de Aznar ha renunciado a hacer política económica. Ése es el mensaje que transmite el Presupuesto para 2003, con su insistencia en un equilibrio presupuestario que nadie puede ni podrá comprobar por inexistencia de cifras reales y contrastadas, o el desinterés evidente en articular políticas de oferta que contribuyan a reducir la inflación. Mientras Rato y Montoro se encierran con el único juguete del déficit cero y se permiten incluso el lujo de reprender a países como Alemania o Francia que no aceptan el fundamentalismo del equilibrio fiscal cueste lo que cueste, olvidan que tasas de inflación como la española -entre otras- son el principal motivo del Banco Central Europeo para no bajar los tipos de interés.

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