15 grados de calidad

No para Ramón Castaño en su irresistible ascenso hacia la cima de la enología española. El caminar ha sido lento, costoso, pero de paso firme. Con una producción millonaria en botellas y un gama de vinos que cubren desde el joven hasta el reserva, pasando por el dulce, ha ido sacando tintos de impacto en la vanguardia de su zona.

Así ocurrió con los Castaño Colección y Hécula, primero; luego, con el soberbio Viña de al lado, y ahora, con este Casa Cisca, que ronda la perfección. Lo conocí hace un par de años, cuando era uno de sus proyectos. Si entonces quedé impresionado por su complejidad y potencia, ahora, tras el acabado -aún en proceso lento y sostenido- en la botella la impresión es todavía mayor.

Sus 15 grados de alcohol, que le impiden presentarse bajo el amparo de la DO Yecla, para vestirse modestamente de vino de mesa, no sólo no estorban, sino que aportan musculatura y nervio a un vino cargado de aromas frutales, envuelto en resonancias minerales, barnizado de especias y lleno de sugestiones gusto-olfativas que atrapan y transportan al otro lado de la enología, allí donde campan la docena escasa de los mejores vinos del mundo.