Dominio de la madera

No es Castillo Monjardín una bodega convencional, ni por la gama de vinos que ofrece ni por la impresionante ubicación de sus instalaciones, en las faldas del monte que lleva su nombre. Su gama de vinos blancos incluye un joven y afrutado Chardonnay lleno de grasa y marcada acidez que le hace situarse entre los mejores navarros. En el espectro de los fermentados y envejecidos en madera es donde se expreesa el saber hacer de la bodega. En estos caldos la madera es una compañera de viaje que les otorga longevidad y aroma de frutos secos -almendras- y notas de brioch. Deben servir de ejemplo para otros caldos envejecidos en barrica que parecen sopa de roble por la absoluta preponderancia de la madera.

Sin duda, la bodega conoce y domina el arte de la madera; prueba de ello es que se atreve a fermentar un rosado en barricas de Allier, convirtiéndose en uno de los pocos elaboradores de España que lo hace. Un vino sin tanta carga de fruta, pero muy apetecible para los que el rosado se les queda corto como acompañamiento en las comidas. En la gama de tintos, su crianza es resultante de un coupage de cabernet, tempranillo y merlot en el que las variedades foráneas dejan su marca. El monovarietal de Merlot busca y encuentra toda la expresión de esta casta noble.

En su reserva vuelve a utilizar el mismo coupage del crianza, pero con la bravura de la cabernet y la merlot está más domesticada. Con el objetivo de hacer un vino más internacional, Castillo de Monjardín tiene un gran reserva de cabernet sauvignon 100% con la complejidad aromática de especias, tabaco y cuero, y el paladar carnoso y profundo de la variedad. La bodega también elabora un blanco licoroso, único en España, un eiswein o vino del hielo, producto de vendimiar los frutos en el mes de enero, cuando están atacados por la botrytis cinerea. El resultado es un mosto concentrado en azúcar de glorioso paladar y sobremesa,