Lo de siempre

Lo de siempre desde que el cantaor hace discos de difusión masiva. Es decir, al principio unos temas de cante jondo por derecho, y lo demás, música de esos discos, más cerca de la discoteca que de lo flamenco, con acompañamiento del grupo musical a toda pastilla donde hasta guitarristas tan extraordinarios como los Moraos ponen cables a sus guitarras.

No es menos cierto que Mercé se ha situado ya más allá del bien y del mal, y lo que hace llega a la audiencia, que le aplaude a compás, le jalea, le corea, le acompaña en sus canciones más populares cuando él hace señas en tal sentido...

El público es dócil y obedece de buena gana, porque le gusta esa marcha y seguramente es lo que va buscando cuando acude a un concierto del cantaor. Nadie creo que se llame a engaño y me parece legítimo por cuanto todos los géneros musicales son perfectamente respetables, y si se hacen con dignidad artística, mejor.

Otra cuestión es lo concerniente al arte flamenco. Menos mal que Mercé no quiere perder su querencia original, a la que debe el ser, y en cada concierto hace unos temas para aficionados irredentos.

Tonás, soleares, alegrías y fandangos sirvieron para consolarnos en esta ocasión y dejar constancia de que es un cantaor total, aun en las oportunidades en que casi, casi, ni se despeina, como ocurrió el jueves por la noche.

Nada nuevo, pues, en este concierto. El público no pide más; lo pasó en grande sin mayores exigencias y Mercé y su gente -como él dice- contabilizaron otro éxito a sumar a los muchos ya cosechados en estos años de bonanza.