Guerin
Vivo frente a un enorme solar en obras. Ocupa una esquina entre dos calles y albergó un edificio de corte señorial donde la poeta madrileña María Antonia Ortega pasó en su infancia muchas tardes visitando a su abuela. Aunque el edificio fue demolido para construir pisos que se prometen lujosos, se ha conservado la fachada y, a través de los bastidores sin lienzo que forman los huecos vacíos de las ventanas, imagino flotando, como una criatura del aire polvoriento, la figura de la niña poeta que debió de ser María Antonia, un cuerpo fragilísimo y menudo tratando de contener apenas a esa otra enorme que años más tarde escribe: 'Mi cuerpo me da miedo algunos días, como si fuese una casa abandonada con los cristales de las ventanas rotos y muchas veces saqueada ... como si fuese una casa que nunca hubiera servido de hogar, como si ya se hubiesen muerto todos. Mi cuerpo ya es demasiado grande para mí'.
Me siento en la terraza y contemplo la estructura de hierro naranja con la que han sujetado la fachada: tiene algo de materia soviética y el color de un juguete vorticista. Al fondo, a la intemperie, precediendo en perspectiva a la cúpula y el ángel del Metropolis y, detrás, a la Minerva del Círculo, quedó desnudo en sección el muro que linda con la finca vecina, construido sobre vigas de madera que forman gruesas cuadrículas rellenas de arena y piedras. De entre las juntas de las maderas en cruz, salpicadas de clavos y de herrumbre, cuelgan cabos de cuerda deshilachada: un gigantesco tàpies natural. En medio del solar plantaron una grúa amarilla que se eleva casi cuarenta metros desde el suelo, una grúa que en realidad se llama pluma y cuyos sonidos he aprendido a descifrar. Ya no lo miro igual. Si antes contemplaba ese paisaje desde una incierta fantasía, después de ver En construcción, la cinta de José Luis Guerin, lo miro desde la experiencia cierta del arte. Desde ese conocimiento, desde esa felicidad.
Siguiendo la evolución de un edificio en construcción en el Raval barcelonés, Guerin ha hecho una película que es una vuelta de tuerca sin precedentes en el arte cinematográfico. Sin actores profesionales, sin guión, con un sonido directo sencillamente milagroso, rompiendo con todo tipo de convención disciplinaria, superando los más arriesgados presupuestos cinematográficos (hasta hoy, los de Dogma), incorpora de la realidad toda la belleza que es posible, toda su verdad, y construye una obra de una profundidad artística ('Dios no habita en lo alto, sino en lo profundo', dice María Antonia Ortega) no vista en España desde Un perro andaluz. Lo que significa que estamos ante un nuevo genio español de trascendencia universal. Que la mirada sobre el arte se rija aún por reduccionistas criterios de género o disciplina explica que En construcción, Premio Especial del Jurado y Premio de la Crítica Internacional en San Sebastián, sea catalogada de Documental y no pueda recibir todos los galardones habidos y por haber.
Si yo fuera directora de un museo, la proyección continua de En construcción formaría parte de mi colección permanente. Cada uno de sus planos es un cuadro; cada uno de sus colores es la luz; cada uno de sus movimientos es el tiempo; cada uno de sus personajes es el ser; cada uno de sus diálogos es la palabra esencial del poema; cada uno de sus detalles es el mundo. Pocas veces el arte se confunde de tal modo con la vida. Como en Continuidad de los parques, ese relato insuperable de Julio Cortázar en el que el lector es al tiempo narrador y personaje, el mismo que mira y es mirado, viendo En construcción me vi mirando la obra de enfrente de mi casa con la mirada de la cámara de Guerin y supe que era al tiempo la vecina sentada en su terraza que era mirada por ese objetivo. Sólo una sabiduría de naturaleza casi mística puede hacer posible tal compasión con lo humano. Porque En construcción es además una radiografía social cuya generosidad sólo es comparable a la inocencia; conocer a esos personajes (obreros, inmigrantes, ancianos, mendigos, parejas, prostitutas, vecinos, niños) marca un antes y un después en nuestra vida: ésos sí que son los otros, pero de verdad. ¿Cómo ha podido hacerlo? La respuesta del maestro Guerin (rodó con sus alumnos del Máster de Documental de Creación de la Universidad Pompeu Fabra; ay, Madrid) es el amor: 'Convivir con ellos y quererles mucho'. O sea, el arte y la bondad: ¡qué genio!
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