Claustro antiguo
En pleno centro de mi ciudad hay un antiguo claustro del siglo XVI, con sus arcadas, columnas, galerías y hermosos artesonados de madera. Cualquier pueblo o ciudad de Andalucía estaría orgulloso de poseer tal joya como parte de su patrimonio histórico y lo mimaría, consciente tanto del aspecto cultural que representa como de su enorme potencialidad turística. Aquí desgraciadamente no sólo no ocurre tal cosa, sino que el Ayuntamiento ha permitido que se instale en él bares de copas y de garrafón, algunos de ellos sin licencia y sin reunir los requisitos exigidos para tales establecimientos (doble puerta de acceso, insonorización, servicios adecuados, venta de alcohol a menores, cierre a la hora estipulada, etcétera), pero, sobre todo, se ha desentendido de la contaminación acústica y del destrozo del patrimonio artístico causado por la movida que atraen dichos locales. Dese una vuelta por el Patio de la Victoria y observará una imagen lamentable: paredes descalichadas y manchadas por pisadas, por sustancias alcohólicas y malolientes, viejas columnas de mármol pintadas con graffiti, suelo de barro cocido en el que se pegan las suelas de los zapatos, un aljibe del siglo XV cuyo brocal ha sido literalmente destruido, unos naranjos mustios, enfermos, sin podar, que a duras penas se mantienen ante el abandono por parte de los servicios municipales y la desidia o crueldad de los jóvenes ebrios que allí se aglomeran...
Pero, es más, los vecinos llevan aguantando esta situación más de cinco años: sus niños no sólo no pueden jugar en el patio por miedo a que se corten con un vaso, sino que los fines de semana no pueden conciliar el sueño. Sí, estamos hablando de Sanlúcar de Barrameda, una ciudad que se supone posee un enorme potencial turístico, pero que no se merece los gobernantes que tiene. El alcalde dice defender a los empresarios (así llama a los propietarios de estos locales) y no se da cuenta de que la profunda defensa de los empresarios sanluqueños consiste en crear una ciudad hermosa, habitable para sus ciudadanos y atractiva para los visitantes. Además, debería fomentar actividades y espacios alternativos para la juventud de forma que ésta aprendiera a conocer y respetar su legado histórico-cultural y no a destruirlo.
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