'Ad libris'

Rumiar, imitando a las vacas, las líneas escritas de un libro como si de provechosa hierba se tratara es la manera correcta de leer; no lo es, rotundamente, tragar el pienso de una red alocada ni alocarse leyendo. Leer se hace con las ventanas de la mente abiertas para que entre ese aire fresco que aviva los sentidos; porque leer no es otra cosa que escuchar. Cuando leemos, nuestra tierra deja de ser única y exclusiva, y nos elevamos a vivir en el país sin fronteras de la Literatura.

Nuestra verdadera familia la llegamos a encontrar en los libros. Que se lo digan si no a Balzac, que, en su lecho de dolor, pidió que le trajeran a su médico, que no era otro que un personaje de sus novelas; o a quienes lloran tanto las desgracias de ficción como las reales. Aprendiendo a vivir con un libro en la mano, las ilusiones se van trenzando solas y las desilusiones encuentran cobijo. La lectura te da la medida exacta de la vida.

Disfrazar el saber con túnicas de silicio convierte la lectura en un binomio con tridente. Para evitarlo hacen falta educadores que alternen la enseñanza de la escritura y de la lectura con la de las ciencias más modernas. Y en esos lugares remotos del planeta, donde los ordenadores solares sustituyen necesariamente al libro que nunca llega, es de esperar que el papel sea un día protagonista, porque, por paradójico que parezca, el libro sobrevivirá por su pobreza.-