Otro mundo es posible
El título de este artículo, lema que han hecho suyo los más de 15.000 participantes del Foro de Porto Alegre, anuncia de forma inequívoca su propósito. No se trata de buscar correctivos a una mundialización que, como todo lo humano, es perfectible; lo que se pretende es ponerle fin y, para ello, sustituirla, pues, como escribía de forma lapidaria Malatesta, 'sólo se destruye lo que se sustituye'. Durante las tres décadas de existencia del Foro de Davos, las desigualdades en el mundo entre ricos y pobres, países y personas, se han multiplicado por 50. En Davos se asume este dato, porque además nos viene de las manos del Banco Mundial, pero se añade que el mundo es así y que empeñarse en no aceptar la realidad no es sólo inútil, sino perverso, pues de esa negativa se derivan siempre catástrofes. La opción ideológica del acatamiento incuestionado de la realidad no es liberal, sino conservadora, e ignora todo lo que, en el siglo XX, la ciencia física nos ha enseñado sobre las indeterminaciones de la materia y las ciencias de la vida, sobre las incertidumbres del ser vivo. Con lo que la mundialización económica es una realidad inapelable, que escapa a nuestro control y tiene condición definitiva, cuya fatalidad es análoga, según algunos, a la ley de la gravedad. Para Porto Alegre, por el contrario, es resultado de un proceso puesto en marcha por unos actores -las grandes multinacionales y las OIG económicas mundiales- en el marco de un sistema -la sociedad global de mercado- y en virtud de un proyecto -el ultraliberalismo conservador-.
La extensión y visibilidad de las consecuencias negativas de este tipo de globalización y la creciente contestación de los movimientos ciudadanos y de las ONG solidarias llevaron hace ya varios años a los responsables de Davos a buscar una coartada invitando a representantes de esa resistencia a participar en su Foro. Este año, la presencia de los disidentes en Davos ha sido, cuantitativa y cualitativamente, significativa. Personalidades tan claramente progresistas como Lori Wallach, Martin Khor, Pierre Sané, Thilo Bode, Kumi Naidoo, etcétera, líderes todos ellos de las más importantes ONG de combate. Pero esa tan nutrida y brillante representación ha probado la inutilidad de su presencia por la imposible conciliación de dos ideologías antagónicas: la de aquellos para quienes crear riqueza es producir beneficios y acumular capital y la de aquellos para quienes sólo tiene sentido crear riqueza cuando ésta se comparte.
Esa inesquivable lucha ideológica hace que se equivoquen los que ven en la existencia simultánea de Davos y Porto Alegre el fin de la contestación y el acercamiento de sus posiciones. La impugnación en la calle de Davos y las otras reuniones de los 'amos del mundo' continuará, pues es la que funda y da credibilidad a Porto Alegre. Como continuará también el trabajo de reflexión y de propuesta, que acaba de iniciarse. En www.forumsocialmundial.org.br podrán consultarse las más de 300 propuestas que se han formulado. Allí aparecerán en detalle los temas que ya han comenzado a difundirse: eliminación de los paraísos fiscales, fiscalización de los beneficios financieros especulativos, elaboración de un plan para defender la agricultura tradicional, multiplicación de telecentros para permitir el acceso a Internet de los excluidos, cancelación total de la deuda de los países del Sur, promoción de las áreas macrorregionales -sobre todo en América Latina- frente a la dolarización y al área de librecambio de las Américas, creación de un portal para informar a los consumidores sobre las firmas que no respetan las normas mínimas éticas y sociales, etcétera. Todas estas acciones sectoriales y reformistas, a las que podría sumarse Davos como garantía de su voluntad de rectificación, vistas desde Porto Alegre, no son simple reformismo, sino elementos para la construcción de esa alternativa global que se quiere suscitar y cuya concepción y elaboración es el objetivo fundamental del Foro Social Mundial. Sin miedo a la andadura utópica cuya capacidad heurística y cuya fuerza mayéutica se reivindica. Comenzando por dejar de llamarse lo que no se es -antimundialista- y autobautizándose con el nombre que diga en lo que se cree: que otro mundo es posible.
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