El centro para toxicómanos es el único edificio que sigue en pie
El único vestigio del negro pasado de La Rosilla es el centro de emergencia para toxicómanos abierto en 1998. Este recinto se creó para ofrecer comida, duchas y atención social y sanitaria a un centenar de drogodependientes que malvivían en tiendas de campaña, desarraigados y enfermos, y que, en algunos casos, ejercían de machacas (siervos) de los traficantes. Pero pronto será también trasladado a otra zona de Vallecas aún por definir.Las excavadoras que desde hace un año se han empleado a fondo en La Rosilla también se llevaron por delante una escuela infantil donde acudían los chavales de menos de tres años de este asentamiento marginal. En el edificio, pintado de azul, había juegos y canciones. Pero a sus puertas, cada día decenas de drogodependientes consumían con avidez sus dosis, rodeados de basura, charcos y jeringuillas.
El objetivo de la escuela infantil y de otras actividades desarrolladas en el núcleo por los educadores del IRIS era conseguir que los críos tuviesen un futuro mejor que sus padres. Con el mismo fin se matriculó a sus hermanos mayores en una docena de colegios vallecanos.
Los rutilantes coches y los collares y anillos de oro que lucían los traficantes escondían un panorama propio de país subdesarrollado. Así, la mitad de los 215 mayores de 18 años que vivían en La Rosilla a comienzos de este año eran analfabetos (57) o estaban aprendiendo a leer y a escribir (43). Y no se trataba de ancianos educados en otras épocas (sólo 8 tenían más de 60 años), sino de una población mayoritariamente con edades entre los 20 y los 30 años. Asimismo, el 75% eran parados sin subsidio y la quinta parte (42) se dedicaban a la venta ambulante.
La primera piqueta cayó el 20 de abril de 1999. La última, ayer. El desmantelamiento, que estaba previsto para antes del verano, se retrasó porque un grupo de familias recurrió contra su traslado fuera de Vallecas y se atrincheraron hasta conocer que los jueces no les daban la razón.
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