La generación fantástica
La coincidencia en el tiempo de muchos jugadores de gran calidad ha permitido al tenis español cumplir todos sus objetivos
La consolidación
Ganar la Copa Davis es la culminación de toda la historia del tenis español. Es el objetivo por el que lucharon todas las generaciones, pero que sólo ha podido lograrse cuando ha habido una coincidencia en el tiempo de un amplio plantel de grandes jugadores, los cuales, además, se han propuesto formar un verdadero equipo.No lo consiguió Manuel Santana, el hombre que revolucionó el tenis español con sus cuatro títulos del Grand Slam, pero que nunca tuvo a su lado a compañeros de su mismo nivel. No lo logró Manuel Orantes, que, siendo aún muy joven, acompañó a Santana en la segunda de las dos finales españolas (1965 y 1967) de la Copa Davis y que luego, ya maduro, no tuvo un compañero realmente consistente hasta que Andreu Gimeno plantó al profesionalismo y regresó al torneo en 1972, ya con 35 años de edad. Tampoco Emilio Sánchez Vicario pudo llevar al equipo de la mano hacia un triunfo. Y lo mismo le ocurrió a Sergi Bruguera, enfrascado con Sánchez Vicario en una de las etapas del tenis español con más beligerancia interna.
Ha hecho falta una generación fantástica, no imaginable, de grandes jugadores y de personas con sentido de equipo para derribar la última barrera que cerraba aún el paso a nuestro tenis. Ahora hay nombres españoles en el palmarés de cada una de las grandes pruebas internacionales, excepto el Open de Australia, minúsculo reducto que permanece inalcanzable.
Los 14 títulos del Grand Slam dan crédito a la historia y convierten al tenis español en uno de los más galardonados a nivel internacional. Y lo que consolida todo este potencial son básicamente los logros alcanzados por Arantxa Sánchez Vicario y Conchita Martínez, ganadoras cinco veces de la Copa Federación, y los logrados por los propios Àlex Corretja, Albert Costa, Juan Carlos Ferrero y Joan Balcells, vencedores por primera vez de la Copa Davis. Los éxitos por equipos fueron los que despertaron más el interés por el tenis entre los españoles. Y han sido ahora los que han consolidado a este deporte como uno de los más seguidos.Eso es lo que ha logrado la generación actual, que comenzó a armar su equipamiento cuando Arantxa se convirtió en la primera mujer en conquistar un título del Grand Slam: el de Roland Garros, en 1989. Conchita Martínez y ella pusieron los cimientos y el edificio se fue construyendo con las aportaciones posteriores de Bruguera, doble campeón de Roland Garros; Emilio Sánchez, Carles Costa, Corretja, campeón del Masters; Carles Moyà, también vencedor en Roland Garros, Albert Costa, Félix Mantilla, Alberto Berasategui, Pato Clavet, Julián Alonso..., hasta llegar a Juan Carlos Ferrero, de tan sólo 20 años, el último valor en alza.
Ellos constituyen el último eslabón de una historia que se ha ido jalonando con aportaciones de carácter más individual que institucional. Nadie sabía nada del tenis español cuando Lilí Álvarez disputó sus tres finales de Wimbledon en los años 20. Sólo cuando Santana ganó Roland Garros, el Open de Estados Unidos y Wimbledon y llevó a España a la disputa de sus dos primeras finales de la Copa Davis sus compatriotas descubrieron que existía un deporte llamado tenis. Luego llegaron Orantes, campeón del Open de Estados Unidos y del Masters, y Gimeno, que ganó Roland Garros siendo ya un veterano.
Después, se produjo un gran vacío. Pero la semilla que ellos habían dejado acabó por dar su fruto. Sin todas sus aportaciones, el tenis español nunca habría alcanzado el nivel de desarrollo actual y probablemente no habría existido una base suficiente para crear tantos jugadores y de tanto nivel como los actuales.
Pero también está claro que esta generación ha superado ampliamente a la de los legendarios. Entonces, Santana, Gimeno y Orantes ganaron en total seis títulos del Grand Slam y un Masters. Ahora, Arantxa, Conchita, Bruguera, Moyà y Corretja han ganado ocho torneos grandes y un Masters. Pero, además, han roto barreras que eran inaccesibles, como alcanzar el liderato del tenis masculino y femenino mundial y, sobre todo, ganar la Copa Federación y ahora la Davis.
El tenis español ha vivido una década prodigiosa entre 1989 y 2000. Más no se puede pedir. Pero todo esto no ha concluido.
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