Justa recompensa
La jornada de hoy cierra muchas horas de esfuerzo e ilusión por mostrar el nivel en que se encuentra la gimnasia española. Ha sido muy hermoso luchar contra las grandes potencias y encontrarse entre ellas compitiendo al mismo nivel. La evolución que se ha experimentado en la gimnasia desde los últimos Juegos, en el viaje temporal de Atlanta a Sydney, se vio recompensada con la victoria sobre Estados Unidos, antiguo campeón olímpico en la fase de clasificación.Y en la fase final, Ucrania, otra de las grandes potencias, campeona olímpica individual y tercera en el Mundial clasificatorio de China, también fue superada, quedando España entre los cinco primeros. La gimnasia masculina tenía hoy su última oportunidad para mostrar su potencial en estos Juegos, teniendo su justa recompensa con la medalla de oro de Gervasio Deferr en salto. Gervasio, a diferencia de sus rivales en la final, hizo los saltos a que nos tiene acostumbrados con una gran precisión. Los demás no lograron terminar de pie sus intentos.
Esta medalla es una continuación del camino que abrió España en 1996, cuando por primera vez quedó campeón del mundo un gimnasta español en Puerto Rico. Con este nuevo avance, un oro olímpico, la gimnasia española sigue progresando en este camino de reconocimiento y prestigio internacional que tantas generaciones nos ha costado.
La felicidad de este oro se vio enturbiada por la desagradable situación que se produjo en la final de suelo femenina, en la que la injusticia de las jueces arrebató inexplicablemente una merecida y aplaudida medalla a Esther Moya, que realizó un ejercicio de suelo impecable, con la máxima precisión en todas sus dificultades. La elegancia de Khorkina, que no fue acompañada de una buena acrobacia, y el fallo de Amanar, con salida de pista, no debieron superar el ejercicio de la gimnasta española.
Hoy no es un día para lamentaciones, sino un día muy feliz. En el Superdome ondeó nuestra bandera en lo más alto, con la presencia de la Familia Real.
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