'Minas antipersonales' en las calles

Hay personas que pisan una y se mueren de vergüenza y yo no entiendo por qué. ¡Qué culpa tienen los pobres!Hay otros que, ya acostumbrados, se la quitan con toda naturalidad; otros se acuerdan del hijo de perra, y la mayoría, de sus dueños.

Pero a mí, que soy bastante despistado, siempre me pillan desprevenido. A veces piso dos al día; no sé si esto puede entrar en el Libro Guinness. Tendré que preguntar.

Un día me armé de valor y salí de casa con sólo un pensamiento en la cabeza: "Hoy no voy a pisar ninguna". Abrí la puerta del número 25 de Hortaleza, Centro, y ahí estaban, como esperándome; una mediana, pero la otra sí que era grande.

Recordando a Niurka, las salté sin apenas rozarlas. Unos metros más adelante, otra. Ésta sí que era peligrosa. Aquí me deshice de ella en un alarde de precisión empleando el eslalom. ¡Qué bien me sentía! Orgulloso de mí mismo, continué mi camino a la oficina (hoy es un gran día, sí señor). Pero de pronto, ahí, delante mío, vi tres, y las tres iguales, parecían hermanas. Me detuve, observé bien el terreno, lo medí, lo memoricé y me lancé a por todas, con entusiasmo, con seguridad, y lo conseguí.

Logré pasar entre las tres sin temor.

La alegría invadía todo mi ser y volví la cabeza para observar toda mi hazaña. Ahí estaban las tres esperando otra víctima. Ja, ja, me reía de ellas... ¡Pero poco duró mi alegría, ya que al volver la cabeza algo blando noté bajo mi zapato derecho.

Cerré los ojos, no quería verlo. Lentamente me fui mirando y ahí estaba.

Levanté la mirada al cielo con desesperación y grité: "¡Mierda!"- Pedro Martín Hermosilla. Madrid.