El valle de la esperanza

Pedro se lo dijo a su familia poco antes de morir: quería que sus cenizas se esparciesen en el único sitio donde le habían ayudado a combatir el veneno de la droga. El gerente de la Agencia Antidroga, José Cabrera, aceptó unos días después la inesperada petición: las cenizas de este hombre de 50 años descansarían para siempre en el valle junto al que se levanta la comunidad terapeútica de Villaviciosa de Odón, una boscosa nava del río Guadarrama y a la que Pedro se asomaba cada mañana desde un mirador del centro. Pedro -es un nombre supuesto- era un "padre de familia [tenía dos hijos] cariñoso y encantador", según cuentan los que le conocieron y trataton, que llegó a la comunidad terapéutica de Villaviciosa en 1998, tras 30 años de consumo de drogas. En este centro, 46 personas, con una edad media de 25 años, intentaban también abandonar su toxicomanía. "Era un caso difícil. Por edad, parecía el padre de los chavales, llevaba muchos fracasos encima, muchos años enganchado... Pero nos sorprendió. Se convirtió en amigo y ejemplo y consiguió salir de la droga", explican.Pero, poco después, surgió lo imprevisto. Un cáncer iba a acabar con su vida. Pedro tuvo entonces un último recuerdo para quienes le ayudaron: que sus cenizas volasen para siempre sobre el valle que veía cada día cuando emprendió su lucha por la vida.