"No será la última"

Una mujer, María Casal, acuchilló el pasado lunes en Ferrol a su hijo esquizofrénico Oliver, de 17 años y muy violento, y se suicidó en el mar. Sólo así supo María detener un infierno doméstico con el que ninguna institución quiso fajarse. No existen centros asistenciales específicos para esas patologías, y no había esperanzas para el chico, atado de por vida a una brutal violencia. Tampoco recibió Oliver una escolarización, porque las asociaciones de padres lo rechazaron como compañero de sus hijos. Ni pudo ser internado de modo permanente en un psiquiátrico, porque los médicos no veían motivos para mantenerlo recluido. María no pudo más.El caso extremo de Ferrol no puede ya ocultar la dimensión de la tragedia. El pasado domingo este periódico publicó en Cartas al Director -sección donde los agravios suelen exponerse con sobriedad- el relato en carne viva que una mujer, Ana Rosa Gumiel, hacía de su propia maldición.

Ana Rosa veía reflejada en el suceso ferrolano su historia personal, la de los "gritos, golpes y amenazas" inseparables de la vida cotidiana de su hijo, y contaba cómo hace años estuvo a punto hacer lo mismo que la madre gallega. "Ya lo tenía todo preparado", escribía, "y, si no hubiera habido más hijos, yo también, y mi hijo, hubiéramos asaltado los titulares de los periódicos. Quizá entonces hubieran reaccionado las instituciones (no las enumero, son demasiadas), que me dijeron que en el caso de mi hijo esquizofrénico no había fallado ningún organismo porque, simplemente, no existía".

Ana Rosa salía al paso de informaciones que esgrimen un vínculo patológico entre María y Oliver: "¿Es posible otro? Ustedes, señores, no lo saben. Yo sí: no es posible. Todo seguirá igual, nadie ni nada fallará, y María no será la última madre a la que el mar se lleve".